Carlos Alejandro Soria Vildòsola

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Lugar: Argentina

lunes, 29 de enero de 2024

ASÍ SE VIVE Y ASÍ SE MUERE

María Marcela Roca Funes ________________________________________________ "Traigo esta historia a colación por lo hermosa que me pareció y porque Clara Funes Diaz, madre de María Marcela, la protagonista de este relato, era prima hermana de Guillermina Diaz Allende, madre de mi abuelo Enrique Argüello Diaz, quien cumplía la función de administrador en la estancia La Larga, perteneciente al General Roca, estancia en donde nació mi padre". María Adela Argüello ___________________________________________________ La señora María Marcela (así la llamaban, con sus dos nombres) era una viejita muy viejita y físicamente muy pequeña, producto también del paso de los años. Uno podía observarla y temer que un ventarrón la levantara por los aires, sin piedad. Ella vivía, solita, en un semipiso del Barrio de Recoleta, y manejaba todas sus cuestiones personales con total solvencia: Pagaba sus impuestos con puntillosidad espartana, organizaba el aseo de su departamento, iba en persona a realizar las compras. Los viernes iba a la peluquería y charlaba con todas las clientas, que la adoraban. Para Miguel, su peluquero, era como su abuela. Solo la peinaba, nunca le cortaba. María Marcela adoraba que Miguel la peinara. Todos los días, en la carnicería de Augusto, compraba un bife de lomo, que siempre debería pesar 200 gramos y no poseer una gota de grasa. Todos los días, compraba una baguette en la antigua pero legendaria boulangerie del Alvear, cuando el Alvear no era tan francés. Erik, el maestro panadero, la cocinaba exclusivamente para ella, con el tostado perfecto. Amaba las medialunas de manteca de La Jirafa Roja, un bolichito sobre Callao y Libertador, ahí en diagonal al Italpark. No resultaba extraño verla varias mañanas muuuuuyyy temprano, desayunando allí. Alfonso era su mozo de siempre y la atendía primorosamente En todo el detalle de esta rutina diaria que les acabo de relatar, no es necesario decirles también entonces que, si bien sus gastos eran exiguos, y sus gustos eran más bien humildes, nunca pero nunca la viejita tuvo que pagar nada: ni peluquero, ni bife de lomo, ni baguette, ni café con leche y medialunas. Todos le regalaban sus servicios y sus productos, solo por el hecho de que les fuera a comprar a ellos. A lo mejor de tan viejita, a lo mejor de tan simpática. No es que ella no quisiera pagarles, de hecho tenía siempre un monederito lleno de billetes. Lo sabían bien los pobres diablos que la esperaban siempre a la misa de las 7 de la tarde, en la puerta de la Iglesia del Pilar. Sin embargo, María Marcela les regalaba algo, con cariño. Todos los días iba a comprar un cuarto de masas finas a la Confitería San Agustín, sobre Las Heras esquina Tagle. Un día ese cuarto se lo regalaba a su peluquero, otro día a su carnicero, y así. Rotaba dulzura, podríamos decir. Pequeñita, coqueta, impecable, delicada, "charleta", curiosa, extrovertida, siempre informada, era como la abuela mimada de todos.... Para mediados de 1978, los lugares que solía frecuentar, comenzaron a llenarse de personajes que al poco tiempo recibirían el apodo de "nuevos ricos". Ya un poco la trataban de "la viejita loca", con tonos más despectivos que amorosos. Cuando contaba de sus viejas historias familiares, ya aparecían algunas que con su vozarrón cortaban su relato y empezaban a contar miserias propias, tales como sus últimos affaires con sus personal trainers, casi divertidas con los cuernos que les colocaban a sus poderosos esposos a veces banqueros, a veces dueños de cuevas financieras, o casi siempre jóvenes directivos de poderosas compañías que habían hecho sus fortunas al amparo de negocios no tan claros. Erik ya no pudo amasarle más su amada baguette: el Alvear cerró su boulangerie, aquella de cuando el Alvear todavía no se había afrancesado del todo. La panadería de Quintana y Callao (que todavía existe!) solo vendía pan francés que (claro) en nada se parecía.... Cuando iba a la carnicería, ya las "nuevas clientas" no le respetaban ni su turno, y mucho menos sus canas: "Abuela estoy muy apurada, compro rapidito y que luego la atiendan a Ud., sabe?". Augusto hacía lo que podía ante ese aluvión zoológico, pero munido con plata fresca. En La Jirafa Roja, Alfonso hacía lo que podía para que los trasnochados jóvenes no le ocuparan a María Marcela, su mesa. No siempre lo lograba. El 28 de Diciembre de 1980, tal vez cansada de los nuevos tiempos, avisó que iba a pasar solita su alma el fin de año, y que había elegido 1981 para juntarse al fin con su esposo e hijos en los siempre verdes campos del más allá. Solo atendió los llamados telefónicos de Augusto, Erik, Miguel y Alfonso, sus queridos (a esta altura) amigos. Que estaban sorprendidos por la noticia que había llegado a sus respectivos oídos. Ella los tranquilizó. No muchos más la llamaron. A principio de Marzo de 1981, decidió rememorar viejos tiempos e ir a tomar (muy consciente ella de sus tiempos) su último té con masas en La Biela, histórica esquina a la que hacía quince años ya no concurría, desde el mismo día que le dijeron que su mozo preferido, el de los últimos 30 años, había fallecido. Aquella a la que las nuevas cholulas y pseudo señoras "bián" habían despechado (ninguneado, bah) se hubieran quedado con sus labios botoxeados, colgando, de haber presenciado la siguiente escena: La señora María Marcela se sentó a su mesa, pidió a un mozo (que no conocía) su five o'clock tea con masas finas y, mientras esperaba su tal vez última merienda, casi todos los habitués de La Biela se pusieron de pie (unas 70, a lo mejor 80 personas) y se dirigieron a su mesa a saludarla, a brindarle sus respetos. A despedirse. Todos ellos, enormes, conocidos, prestigiosos y legendarios personajes del Tout Buenos Aires, hombres y mujeres de poder y antología, se colocaron en fila y pugnaron por recibir un beso cortés o aunque fuera un pequeño abrazo apasionado de aquella mujer, pero eso sí: todos (pero todos todos) moqueando y con sinceras lágrimas en sus ojos.... Tal vez porque las mujeres y los hombres de bien no llegan nunca tarde a sus citas, el 29 de Julio de 1981 la Señora María Marcela, mientras tomaba una plácida siesta en su mecedora, partió a caminar dulces praderas, a encontrarse y disfrutar el resto de su siguiente vida junto a su esposo y a sus amados hijos, a quienes había sobrevivido por muchos años. A lo mejor, demasiados. La Baronesa María Marcela Roca Funes, viuda del Barón Antonio Oscar De Marchi Crohare, hija de Clara Dolores Funes e hija predilecta del Presidente Julio Argentino Roca, nos abandonó con toda sencillez, bajo perfil y enorme dignidad, a sus 104 espléndidos años. Nadie la recuerda, creo que solo yo. Supongo que la seguiré cuidando en Recoleta. Para siempre. Si me da la salud, claro, uno también se pone grande. PD: Luego de recibir grandes honores y póstumos homenajes en las páginas de Clarín y La Nación, al mes de fallecer la hija de Roca, tanto Augusto como Miguel como Erik y como Alfonso recibieron (el mismo día) un regalo póstumo de "la viejita": Una camioneta F-100 cero kilómetro roja para el bueno de Augusto, un coqueto local en el barrio de Belgrano ya montado con máquinas de panadería (sobre Av. Cabildo) para el sensible Erik, una suma equis de dinero para agrandar su local de la calle Anasagasti para el amoroso de Miguel y un pequeño chalecito en Necochea para el muy atento Alfonso. Es que a todos ellos, la SEÑORA María Marcela les conocía sus sueños. (Gracias por prestarme el relato Marta Helena Pardal) Me encantó! Revela la humildad de los grandes. Qué linda sensación ver cuando una persona no ostenta para SER ALGUIEN ❣____________________________________________________________________________________________________________________ .

jueves, 14 de abril de 2022

LA CASA DE LA TÍA CHELA Y EL TÍO JUAN

PILAR - CÓRDOBA LA CASA DE LA TÍA CHELA Y EL TÍO JUAN Escrito con la colaboración de José Luis Rovaretti) Ir a Pilar era, para mí, algo así como ir al Paraíso. Ningún castigo era peor que no poder ir a Pilar... Pilar significaba el encuentro con los primos... con unos tíos amorosos que nos mimaban y nos consentían..., con el campo, con el río, con la pileta de los amigos... y con los caballos, mi gran debilidad... Pilar era otro mundo... un mundo donde se respiraba libertad...donde todos éramos compinches... donde hacíamos travesuras y nos reíamos... donde parecía que no podía existir otra cosa que la felicidad... Partiendo de la ciudad de Córdoba, por la ruta 9 camino a Bs. As, recorríamos unos 50 Km y llegábamos al puente que separa Río Segundo de Pilar. Mientras lo atravesábamos mirábamos cómo venía el río al que, sin duda vendríamos los días siguientes. La alegría nos envolvía, sabíamos que apenas mil metros más adelante, a mano izquierda, encontraríamos la calle Maipú, la que, tranquila y sombreada, deslizándose entre las fincas, nos llevaría a la que fuera la casa de los bisabuelos Coloma. Esta era una amplia y cómoda casona situada en la intersección de las calles Maipú y Tucumán, que tenía su entrada mirando a la calle Maipú. Lo primero que uno veía al llegar era la verja de hierro que cerraba un pequeño jardín con palmeras que tenía una puerta lateral que se abría a la calle Tucumán. Hacia la izquierda se encontraba la espaciosa galería en donde estaba la puerta principal que daba acceso a una sala de recibo. Luego venían tres dormitorios, el cuarto de baño, una habitación muy amplia que debió ser living comedor, con una importante estufa hogar de leña, para terminar con el comedor de diario y la cocina. Al salir de la cocina uno se encontraba en un espacio cubierto de unos cinco o seis metros cuadrados, de piso de ladrillo, que separaban de otras habitaciones: una que se usaba de despensa, en la que se guardaba la mesa especial que se utiliza para carnear chanchos cuando preparaban jamones, chorizos, salames y demás chacinados para la temporada. La habitación siguiente, que era usada como sala de planchado, tenía un sótano en el que habían numerosos recipientes especiales para preparar vinagre de frutas, unos, y otros especiales para conservar, en grasa de cerdo, algunos chacinados. En el sótano se guardaban también los orejones, pelones y ciruelas e higos pasa que se hacían con la fruta de la quinta. Todas las habitaciones tenían ventanas que daban a la calle Tucumán pero, por alguna razón, solo dos tenían rejas: la del comedor de diario y la que servía de despensa. Al lado de la sala de planchado, había un galpón en el que se hacía el fuego, en el verano, para preparar, en una gran paila de cobre, los dulces que la familia comería durante el año, entre otros: dulce, mermelada y jalea de membrillo; dulce y mermelada de ciruela, mermelada de duraznos, dulce de higos e higos en almíbar; quinotos en almíbar... Recuerdo que al dulce había que revolverlo con frecuencia para evitar que se adhiriera a la paila y se quemara. Para ello se usaba una larga pala de madera de algo más de un metro que se parecía a un remo. Esto era porque cuando el dulce empezaba a hervir a borbotones salpicaba y si no se tenía cuidado uno corría el riesgo de sufrir dolorosas quemaduras. Hacer el dulce implicaba un verdadero trabajo en equipo: los primos varones eran los encargados de cortar la fruta de los árboles, proveer de la leña necesaria para el fuego y, a medida que la fruta era pelada y pesada, ir a comprar el azúcar necesario para la cantidad de fruta a preparar. A las mujeres nos tocaba pelar la fruta, tarea que, cuando se trataba de membrillos, no nos resultaba nada simpática porque nos dejaba los dedos negros, pero con la abuelita Adela y la tía Chela capitaneando el trabajo no nos quedaba ninguna opción... Las personas mayores: por lo general la abuelita Adela, la tía Chela y la tía Chilo, se encargaban de hacer el dulce y se turnaban para removerlo. Cuando estaba a punto se dejaba enfriar y se envasaba. Una vez que la paila estaba vacía y limpia se seguía con el próximo dulce, y toda la ceremonia se repetía...Era una tarea que llevaba varios días... El costo del azúcar, que era el único gasto, pues todo lo demás se sacaba de la quinta, se compartía entre las que hacían el dulce, el que, después de envasado, era repartido en forma proporcional. Frente a la despensa, la sala de planchado y el galpón donde se preparaba el dulce estaba el molino, debajo del cual había una bomba de donde sacábamos el agua más fresca y rica que uno pueda imaginar. Unos metros hacia el norte del molino se encontraba una construcción de forma cuadrangular: el lavadero, que contaba en su interior con dos inmensas piletas para lavar la ropa, con sus correspondientes tablas para refregar hechas de material. Toda la parte superior de este edificio era un gran tanque de agua, que se llenaba con el molino y abastecía a toda la casa. A pocos metros de la puerta del lavadero, un frondoso y añejo eucaliptus regalaba su sombra a esa parte del patio. A una de sus ramas bajas había sido fijada la soga en la que se colgaba la ropa, soga que quedaba justo frente al portón que daba a la calle. Cierta vez un grupo de gitanos instaló su carpa en las cercanías y, días después saltaron el portón y se llevaron toda la ropa que había quedado colgada. Nunca había pasado antes que alguien entrara a robar. Al lado del galpón en donde se hacía el dulce, estaba el mencionado portón que daba a la calle Tucumán y, luego un galpón grande al frente del cual estaba la huerta y un poquito más al norte la casa que ocupaban la familia que colaboraba con la limpieza de la casa y el cuidado de la huerta, de la quinta de las gallinas, de los conejos y de los cerdos cuando había. Lo que yo recuerdo del galpón grande es que allí se trenzaban los ajos en ristras. La propiedad ocupaba una hectárea en la que, casi llegando a su extremo suroeste, se encontraban unos inmensos nogales que surtían de nueces a toda la familia. Había, además innumerables higueras, ciruelas de muchas clases, membrillos, distintos tipos de peras, duraznos, quinotos, uvas chinche y granadas... En una esquina de la quinta había incluso varias plantas de tunas. Al morir sus padres, este maravilloso vergel fue heredado por sus hijos Francisco y Joaquina, quienes dividieron en dos la casona quedando el salón de recibo, dos dormitorios y el cuarto de baño, para Francisco, quien hizo construir una cocina y dejó su entrada por calle Maipú. Para Joaquina (la mamá Ñata) quedó un dormitorio, el inmenso living comedor, el comedor de diario, la cocina y demás dependencias. Ella tuvo que hacer construir un cuarto de baño. A esta parte de la casa se accedía por la calle Tucumán. Hacia el norte, a lo largo de casi toda la casa había un entramado en el que se había enredado una glicina formando una preciosa galería. Siempre hacia el norte, después de la galería de glicinas seguía un hermoso jardín compartido en el que se destacaban una magnolia, con sus bellas y perfumadas flores y una palmera alrededor de cuyo tronco se había abrazado un jazmín que florecía en verano pintando de blanco todo el tronco de la palmera e inundando con su exquisito perfume toda la casa. Siendo muy joven Joaquina se había casado con Juan Vicente Rovaretti, hijo de Don Bernardo Rovaretti, un próspero comerciante dueño del almacén de ramos generales de Pilar, lugar en donde se podía comprar desde tornillos hasta comestibles pasando por monturas, semillas y útiles de labranza. Con el tiempo Don Bernardo vendió su negocio y se fue a vivir a Córdoba. Joaquina y Juan Vicente compraron un predio sobre la ruta 9 a dos cuadras de la casa de los padres de ella y a tres cuadras del domicilio de los padres de él en donde hicieron su casa y pusieron un vivero. Tuvieron tres hijos: Juan Francisco, María Inés y Ema Irene. María Inés se casó con Oscar Kay Fritz Grumstrup, descendiente de familia danesa, que conservaba las tradiciones familiares, recuerdo que en las Navidades él tomaba de la mano a los niños, los hacía hacer una ronda y empezaba a cantar los villancicos, para mí eso fue muy emocionante. Él y María Inés, , a la que todos conocíamos por Chilo, compraron una finca a una cuadra de la casa de sus padres. Juan Francisco se casó con María Guillermina Argüello y fueron a vivir a la parte de la casa heredada de los abuelos Coloma y Ema Irene, la más pequeña, quedó a vivir con sus padres. Juan Francisco y María Guillermina fueron: la tía Chela y el Tío Juan en cuya casa pasamos los mejores momentos de nuestra juventud y adolescencia. Momentos a los que, al menos yo, recurro con frecuencia para volver a ser feliz como lo fuimos cuando la vida no tenía problemas y era, para nosotros, todo paz y felicidad. Recuerdo la alegría que sentía cada vez que me bajaba de un ómnibus de la línea Malvinas Argentinas en el kiosco de la Piky y caminaba las dos cuadras que me separaban de la casa de la tía Chela!... Unas cuadras de calle de tierra flanqueada por enormes pinos y plátanos, también solía haber matas de flores silvestres que cortábamos para hacer collares... Inundaba el ambiente un perfume particular que me es inolvidable y me trae sin fin de recuerdos y anécdotas que, tal vez, un día me decida a relatar si mis ojos aún me lo permiten... Conservo un recuerdo muy especial de mi tío Juan, un hombre muy fino, un poeta de exquisita sensibilidad y elegante pluma quien, con motivo de cumplir yo mi primer año de vida, escribió para mí una bellísima poesía titulada "Adelita" que llegó a casa de mis padres en un pequeño sobre acompañado de un clavel blanco. Firmaban la poesía: "Chelita y yo". Mi madre tuvo la gentileza de guardarlo para mi, incluyendo el clavel, el que ya seco guardó dentro del mismo sobre. Cuando fui mayor ella me lo entrego y hoy, después de 77 años, aún lo conservo. Recuerdo también que fue en Pilar donde recibí mis primeros versos de amor, me parece que fue ayer: mientras andábamos a caballo con un chico que gustaba de mí, a mis 18 años, él me dijo: "Te extrañé y escribí esto para vos" y me entregó un pequeño papel doblado en cuatro. Cuando lo abrí pude leer: "Si no supe, quizás, al tenerte valorar completa tu presencia lo he sabido recién al ya no verte en la triste soledad de tu ausencia." Fue muy romántico...

miércoles, 28 de julio de 2021

EXPERIENCIAS

Soy María Adela Argüello. Por la gracia de Dios me ha sido permitido tener algunas experiencias muy particulares que siento que debo relatar en honor a una verdad que la gente de hoy no quiere oir y se empeña en calificar como inventos o fantasías.

Doy mi palabra de que no habrá ni la más mínima exageración en mi relato.

Sólo voy a relatar algunas de estas experiencias, las que más me conmovieron:

_Si bien no fue la primera, esta fue para mí la mas importante porque estuvo en juego la vida de mi hija.

Todo comenzó alrededor de 1984, mi hija empezaba su carrera de abogacía cuando una persona le regaló un precioso anillo de plata diciéndole que lo usara sobre todo para sus exámenes, porque ese era el anillo que a ella le había traído suerte en sus exámenes.

Mi hija se puso muy contenta, le había encaantado el anillo que, por cierto, era muy original y elegante.

Poco tiempo después comenzaron los problemas: empezó a tener vómitos incoercibles cuando estaba en la facultad. Cierta vez, estando por rendir una materia, se volvió a casa antes de que la llamaran porque no podía dejar de vomitar, nos dijo. Mi marido que no le creyó le inyectó un reliverán y la obligó a volver a presentarse para el examen.

Apesar del reliverán no le fue posible presentarse porque las arcadas eran tan fuertes que la obligaban a arquearse hacia adelante mientras emitía extraños y fuertes sonidos, no podía salir del baño de la facultad por lo cual optó por volver a casa y soportar el fuerte reto de su padre que la acusaba de fingir para no rendir. 

Por esa época debió mi marido viajar a Bs As para asistir a un congreso de su especialidad. En su ausencia mi hija empeoró notablemente: ya no podía comer ni siquiera tomar agua sin que los vómitos la torturaran, y los extraños ruidos que salían de su garganta hicieron asustar tanto a la empleada doméstica que vino a decirme:"Señora, se le muere la niña"....

Ya la había llevado a todos los médicos que conocía y a los que me habían aconsejado y ninguno me había sabido decir la causa de su mal ni darme algún remedio para aliviarla.

Los últimos días los había pasado en cama por su debilidad a lo que se sumaba la tortura de no poder dormir por el terror que le causaban sus pesadillas en las que veía enormes bolas negras que selanzaban sobre ella para atacarla.Pasaba las noches con la luz prendida y día y noche aferrada a su rosario, tratando de permanecer en continua oración... 

Recuerdo que llegó una mañana en que ella, al despertar, me dijo:"Mamá, llamá a un sacerdote porque me muero". Había adelgazado muchísimo, apenas pesaba 42 Kg.

 Me dirigí rápidamente a la parroquia San Francisco a buscar a un sacerdote amigo - Fray Luis Taborda -  quien vino conmigo, estuvo hablando con ella y después  de confesarla y darle la comunión y la unción de los enfermos me dijo:"Llamen al P. Pierre"... - Este era un sacedote exorcista -

Ella recuerda que después de recibir la unción de los enfermos se sintió aliviada y pudo comer unos bocados de arroz con salchichas sin vomitarlos...

Yo no conocía al P.Pierre, me dijeron que vivía en La Banda y me dieron una dirección.

 Toqué el timbre. Nadie me atendía, pero se escuchaba el ruido de la cortadora de césped en el interior por lo que insistí hasta que apareció en la puerta un hombre rubio y muy alto con cara de pocos amigos. Le pregunté por el padre Pierre y me dijo que ya no vivía allí sino en Sgo. del Estero y me dio su dirección - Era el P. José Fridrik con el que después nos hicimos amigos. - 

Una vez en la dirección indicada, me encontré con la puerta abierta y, en su interior, como una sala de espera enque bastantes personas parecían esperar mientras una señora de aspecto humilde los hacía rezar.

Cuando esta señora se me aproximó le dije que necesitaba hablar con el sacerdote y le di mi nombre. Me indicó que esperara y, tiempo después me hicieron entrar a lo que sería el escritorio.  Allí estaba, de pie, un sacerdote muy alto y moreno, muy serio y de mirada penetrante, lo saludé extendiéndole la mano  pero él sin corresponder al saludo, simplemente me preguntó qué necesitaba. Le conté la situación diciéndole que nuestro amigo sacerdote nos habí enviado a él. Sin hacer ningún tipo de comentario me dio una fecha, una dirección y una hora. y sin más me retiré.

Por suerte la dirección era a dos cuadras de mi casa en una dependencia de la U.C.S.E. de la que me enteré que el P.pierre era rector por esa época.

A esa dirección comenzó a ir mi hija cada vez que el sacerdote la llamaba. Le pregunté: "Qué te dice, qué hace cuando estás allí?" mi hija contestó: "No se, creo que nada, yo me siento y él reza en francés" "Me ha dado también unos salmos que debo rezar a la mañana, al mediodía, a la tarde y a la noche, recomendándome que por ninguna razón los deje de rezar".

Tiempo después mi hija se había curado de los vómitos, seguía rezando los salmos y podía asistir a la universidad sin problemas pero, al  parecer,  algo más había, no todo había terminado,  porque  el Padre Pierre la seguía llamando de vez en cuando.

  El no había dicho nada del anillo pero como todo había comenzado después de recibir ese anillo, yo lo llevé al templo y lo puse a los pies de la Virgen...

Al otro día sentí curiosidad y fui a ver qué había sucedido con el anillo, pero ya no lo encontré...

 Cuando algún tiempo después comenté esto con el P. José Fridrik, yo esperaba que se riera de miexagerada aprensión hacia el anillo, pero no fue así, tácitamente aceptó la posibilidad de que hubiera sido la causa del mal porque me dijo que había hecho mal, que debpi haber roto el anillo porque si había habido algo malo en él la persona que se lo había llevado se había llevado también el maleficio...

Por ese entonces hacían ya varios años que la Renovación carismática había surgido con mucha fuerza en esta ciudad. Una de mis amigas había intentado varias vecesque yo también me uniera  a ella. Yo me había resistido  al principio, hasta que llegó a mis manos el libro "Jesus está vivo" del P. Tardif. Ese libro cambió mi vida y me llevó a mirar a la renovación carismática con otros ojos y fue así que, de la mano de mi amiga empecé a formar parte de un grupo de oración.

Mi amiga había tenido experiencia en liberación de personas poseídas por malos espíritus, pero yo era absolutamente ignorante en esos temaspor aquel entonces -hago esta aclaración para que se pueda entender lo que sigue.

Mi hija estaba empezando a festejar con el hijo de otra de mis amigas, las dos estábamos muy contentas hasta que el muchacho empezó a mostrar un comportamiento extraño: había una mujer que parecía dominarlo. Ella se acercó una vez a mi hija y le dijo que no se acercara al muchacho porque le pertenecía a ella y, aunque estuviera enamorado de mi hija, él no podría nunca dejarla a ella .

 Mi hija le había contado esto al P. Pierre y este le había dicho que  efectivamente debpia alejarse porque esa mujer la podía matar. 

Yo comenté esta situación con mi amiga de la renovación carismática y ella me dijo que yo podía orar para que el muchacho se liberara: a la noche, cuando calculara que él estuviera dormido, yo debía ordenar en el Nombre de Jesus al espíritu que estaba en el muchacho que saliera de él y lo dejara libre.

Inocentemente, sin sospechhar que pudiese haber algún peligro, decidí hacer la prueba - que, por cierto no volveré a repetir jamás - era una posibilidad y había que intentarlo, pensaba...

Esa noche, como a las tres de la mañana, sentada en mi cama, en mi cuarto que lucía iluminado por las luces de la placita que penetraban a través de la ventana, comencé mi oración y le di la orden de salir al espiritu. Lo hice como pude por cuanto nadie me había enseññado a hacer este tipo de oraciones...

Ni bien lo hube hecho, la luz que reinaba en mi cuarto desapareció. Me vi rodeada por la tiniebla mas absoluta y sentía que en medio de esa tiniebla había una lucha... Yo no decía nada pero escuchaba que, en medio de esa lucha,  mi voz gritaba dentro de mí : "Cristo crucificado ayúdame!!"...

 Yo jamás había invocado a Cristo crucificado ni había tenido nunca un crucifijo... sin embargo, aunque no era yo,  era mi voz la que gritaba dentro de mí, era como si alguien usara mi voz para pedir auxilio por mí...

A las súplicas de mi voz vi que a mi izquierda bajaba de lo alto un pequeño ser que parecía un soldado romano de cabellos rubios y armadura de un color verde como  esmeralda. Tenía un brazo en alto en actitud de portar una lanza pero yo no podía ver el arma. (San Miguel Arcángel - dijo el P. José Fridrik cuando le conté)

Al llegar junto a mí, hizo ademán de clavar su arma en la tiniebla...

En ese momento yo empecé a sentir incontenibles deseos de pujar, como si fuera a dar a luz y de mi interior visalir tres bolas negras como balas de cañón. Apenas salieron de mí, volvió la luz y las vi  dirigirse a la puerta del balcón y salir al exterior...

Yo me quedé con la misma sensación que hubiera tenido si me acabara de salvar de que me pisara un tren...

La orden dada en el Nombre de Jesús había sido efectiva: los espíritus que estaban en el muchacho lo abandonaron y vinieron contra mi que no tenía idea de cómo defenderme...

Creo que el Señor  tuvo piedad de mi ignorancia, de mi debilidad y de mi buena intención y envió a sus ángeles en mi ayuda... Bendito sea el Señor!!!

Afortunadamente, , al poco tiempo el muchacho fue trasladado a una  provincia lejana con lo que ya no supimos nada mas de esa mujer, mi hija recobró su tranquilidad y pudo terminar exitosamente su carrera. El Señor no hace nada a medias - diría el Padre Tardif. -

A la acertada apreciación y consejo de Fray Luis Taborda, a la oración del P. Pierre y, por sobre todo al Señor que asistió con Su Espíritu a estos abnegados sacerdotes, debo la vida de mi hija. Bendito sea el Señor!!

 

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OTRAS EXPERIENCIAS


 _ Durante la visita que Juan Pablo II hicira a la Argentina, en 1982, se nos había pedido hacer cadenas de oración para que no hubiese ningún accidente ni atentado contra su vida.

Yo debía encargarme de rezar de las dos a las tres de la mañana.

Cuando sonó mi despertador, bajé a la cocina para orar sin que la luz molestase a los que dormían.

comencé mi Rosario y empecé a sentir miedo, como si alguien mas  estuviera conmigo. Yo me repetía a mí misma que era sólo mi imaginación y, tratando de no darle importancia continuaba rezando

Así, haciéndole frente a lo que me parecía un miedo absurdo, terminé mi tiempo de oración y subí a acostarme junto a mi esposo.

[La habitación no estaba oscura porque las luces de la placita iluminaban la planta alta a través de las persianas abiertas.

No bien me había acostado, vi que algo así commo una nube de humo entraba por la puerta y se ubicaba cubriéndome. Entonces sentí que dos poderosas manos me apretaban el cuello y me estaban ahogando.  Muy asustada sólo atinaba a repetir: Jesús...María...Jesús...María... Las manos aflojaron su presión...

Cuando creía que ya todo había pasado me volvieron a apretar hasta casi ahogarme...Jesús...María... 

Y luego una tercera vez... Jesús...María...

Por fin la nube de humo se alejó saliendo por la puerta por la que había entrado...

Años más tarde, conversando con el Padre Pierre le conté el episodio y él, abriendo grandes los ojos en una expresión muy típica de élcuando algo le llamaba la atención,   me dijo que él había tenido una experiencia similar...

 

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  _ Una noche - no puedo precisar la fecha - me levanté para dirigirme al cuarto de baño. Por alguna razón, en lugar de seguir  hacia adelante, doblé a la derecha y me dirigía la escalera.

Una vez al borde de la misma, me sentí impulsada por el aire de manera tal que no podía sino dar con la cara contra la pared del frente.

Al dar contra la pared me di cuenta de que  mi cuerpo había inexplicablemennte girado en el aire y fue mi espalda la que golpeó contra la pared.

Después, en lugar de caer con violencia hasta el piso, por alguna también inexplicable razón, descendí suavemente hasta quedar delicadamente sentada en el descanso de la escalera, seis escalones más abajo...

Alguien quiso lastimarme y alguien, sin duda mi Ángel Custodio, me protegió...

Puede alguien dudar de que los  seres espirituales existen y conviven con nosotros?...

 

 



 

miércoles, 9 de junio de 2021

LA RAMONITA

Corría el año 1967, mi familia y yo, venidos de Córdoba, aún vivíamos en la casa de mis suegros que habían tenido la gentileza de acogernos hasta tanto pudiésemos encontrar una vivienda adecuada para poder mudarnos.

María Alejandra, nuestra hija mayor, contaba por ese entonces con dos años, era una niña bastante tranquila, pero el segundo, Carlos Enrique, con sus vigorosos ocho meses, ya no quería estar quieto... 

Cierto día mi suegra me dijo : "Hija, necesitas una niñerita para que te ayude con los pequeños"... Fue así que Nélida, su cocinera,  nos vino trayendo a su hermanita de 11 años.

 Se llamaba Ramona Noemí Álvarez.

 Delgadita, blanca, pecosa, de bonitas facciones y hermoso y abundante cabello ondulado, la Ramonita se transformó en parte indispensable de la familia.

Durante los ocho años que vivió con nosotros ella no se separó ni por un instante de nuestros hijos: iba con ellos a todas las fiestitas a las que los invitaban y nos acompañó siempre en todas las salidas y viajes que hicimos con los niños. Fue así que recorrimos juntos desde Tucumán a Neuquén, pasando por Catamarca, Córdoba, Río Cuarto y La Pampa. Aparece  también  en las fotos que nos sacamos cuando fuimos a visitar las obras de construción  del Dique El Chocón. 

Muy simpática, sociable y desenvuelta, era famosa y querida por todos en el barrio y entre los visitadores médicos que la llamaban :"la chica del doctor".

Antes de que naciera nuestro último hijo, Federico José, se casó y fue a vivir con su marido con quien tuvo varios hijos, pero siempre se mantuvo en contacto con nosotros al punto que nuestra familia apadrinó a todos sus niños a excepción de la última.

Fue en 1987, cuando ya hacían 13 años que  no estaba con nosotros que, a poco de nacer su  última niña, la Ramonita enfermó.  Tenía fiebre por lo que la llevaron al hospital neumonológico pensando que sería de sus pulmones. Allí debieron hacerle los estudios y, en vista de que su problema no era pulmonar, algunos días después la derivaron al Hospital Regional.

 Allí la operaron para sacarle un ovario, al parecer muy infectado. Al operarle descubrieron que la infección era generalizada y, pensando en que era imposible salvarla, sólo le hicieron unos puntos para cerrar la herida y la dejaron en la certeza de que no tardaría en morir.

Cuando me avisaron fui a hablar con el médico quien me dijo que no albergara ni la más mínima esperanza porque era absolutamente imposible que se salvara. Que tenía una sepsis generalizada que había tomado todos sus órganos y se estaba muriendo.

Cuando salí del consultorio mi mente estaba como en blanco. Me encontré allí con el marido y el hijo mayor y recuerdo que les pregunté: "saben rezar?", me contestaron que no. Les dije:  Digan así "Dios, salvala a la Ramona" pero díganlo!!.

Por esa época yo asistía a un grupo de oración que se reunía en la casa parroquial de la Iglesia Catedral, pedí a mis compañeras que oraran por la Ramonita, También mi hija Alejandra pidió oración en su grupo y otra chica llevó el pedido a otro grupo de oración.

Para Dios no hay imposibles!! 

Contra todos los pronósticos de la ciencia, la Ramonita se recuperó y aunque tuvo que ponerse después una malla para contener la eventración causada porque no le habían suturado bien la herida, quedó, por lo demás, perfectamente y hoy ya es abuela...

GLORIA AL SEÑOR!!  

Recuerdo que, una vez recuperada, ella un día me contó: "Señora,  durante mi operación yo, desde el aire veía que allá abajo me estaban operando. Después vi un hermoso jardín en donde estaba mi papá y otra gente de mi familia. Yo quise entrar en el jardín pero mi papá se puso en la entrada y no me dejó. Yo no podía hablar, pero con la mirada le preguntaba Por qué?... Por qué no puedo entrar? ... Él no decía nada, pero poniendo sus manos en mis hombros me empujaba hacia abajo... Hasta que, al fin, me desperté en mi cuerpo..."

(La Ramonita había querido  mucho a su papá que había fallecido cuando ella contaba doce o trece años)

Nos quedamos mirándonos sin decir palabra ante lo que no podíamos explicar con certeza... 

 "Que suerte, Ramonita, - atiné a decirle luego - qué hubiera sido de tu bebé si te quedabas en el jardín?"... y nos echamos a reir...


 

miércoles, 19 de mayo de 2021

LOS SORIA

 

 

En la segunda mitad del siglo XlX  Daniel Soria contrajo nupcias con Dolores Lescano.

De este enlace nacieron: Dalmira, Héctor Daniel, Custodio Moisés y Dalmiro Soria Lescano.

A la muerte de su esposo, Dolores Lescano (Aboya) fue a vivir con su hijo Héctor Daniel y su numerosa  familia.

DALMIRA SORIA LESCANO:

Permaneció soltera y vivió siempre junto con su hermano Héctor y su esposa Segunda Paz,  ayudándolos a criar su prolífica familia.

HÉCTOR DANIEL SORIA LESCANO (1873 - 1924),  fue un prospero y respetado agricultor, dueño de una importante finca cercana a Estación La Banda, pequeño pueblo  distante 8 Km de la capital de Sgo del Estero a la que proveía de vegetales.

Cuando el pueblo comenzó a organizarse, Dn Héctor Soria fue elegido Presidente de la Primera Junta Vecinal.

Alrededor de 1911 o 1912 se hizo un censo de población que dio como resultado que, el 16 de septiembre de 1912 La Banda fuera declarada ciudad.

 Se eligió entonces  una Junta Municipal, integrada por Dn Héctor Soria, Dn Julio Wiaggio y Dn Eugenio Urrere ,la que, desempeñando sus funciones entre 1913 y 1914,  debía organizar todo para convocar las elecciones de las que saldría nombrado el primer Intendente.

El elegido fue  Dn  Héctor Soria, quien se había casado alrededor de 1895, con Segunda Paz Campos, unión de la que nacieron 16 hijos, algunos de  los cuales fallecieron de pequeños por causa de la gripe y de las enfermedades propias de la infancia. Los que quedaron fueron:

 -  Raúl Arturo Soria Paz (1897 -1983 ) el primogénito, que había hecho su carrera de abogado en tres años. Pidió dinero a su padre para poder doctorarse, la universidad no era gratuita en esa época y ante su negativa volvió a La Banda donde tuvo la suerte de que lo nombraran Juez, con un sueldo muy elevado. Esto le permitió, ante la temprana muerte del padre, poder hacerse cargo de su madre y sus hermanos.

En 1928 se casó con Josefa Vildósola de Galdiz (1898 - 1984) y  fueron padres de :

Raúl Héctor José (Chinchín, Buck Jones) - Carlos Alejandro (Bocha, Cachito, chueco, Lagorio, Chúa, Humalo) - Rodolfo Ernesto (Rofi, Cochon).-

Su carrera profesional fue  brillante e intachable, llegando a ser pPresidente de Superior Tribunal de Justicia de Sgo. del Estero.

 -  María Esther Soria Paz, soltera. Se crió con unos tíos en Tucumán.

 - Héctor Soria Paz , prestigioso médico tisiólogo establecido en La Calera (Cba)  casado con Amalia, padres de Negra, Tati, Peti y Kelly.

  -  Carlos Soria Paz , casado con Selva, vivieron en La Banda, sus hijos fueron: Carlitos, Gringa y Boro. - 

 - Atilio Soria Paz, casado con Nélida, tenían una propiedad en Sta. Catalina (Sgo del Estero) donde los Soria solían reunirse los 1 de mayo. Fueron sus hijos: Graciela, Coké y Tuki.

 - Dalmiro Soria Paz, soltero, atendía la finca del padre en La Banda.

 - Jovita Soria Paz, casada con Krumm, tuvieron una sola hija: Ingrid Guillermina (Mini, Aylin).

 - Sara Soria Paz  , casada con el arquitecto Conrado Sabasta. Hijos: Billy, Fernando y Sarita Mercedes. 

  Mercedes Paz, casada con Peña, próspero comerciante de La Banda. y Sus hijos fueron: Mali, Tito y Ruli.


CUSTODIO MOISÉS SORIA LESCANO

Se radicó en La Rioja. Contrajo enlace con Gregoria Bravo. Tuvo tres hijos:

 - Custodio Soria Bravo, Que fuera profesor de la U.N.T. y novio fe la tía Nena.

 - Ramón Soria Bravo, padre de Jorge (Coco) Soria, ingeniero, Ministro de Obras Públicas de Sgo del Estero, que se casara con Graciela Soria y fuera padre de Gracielita, Lilí y Jorgito

. - María Dolores Nicolasa Soria Bravo, música y compositora.

DALMIRO SORIA LESCANO

Contrajo nupcias con Jacoba Chavez una señorita de la sociedad tucumana, radicándose en esa provincia. 

Como no tuvieron hijos, cuando la tía Nena enfermó de viruela y estuvo muy delicada, se ofrecieron a cuidarla y darle todas las atenciones que no podría recibir en una familia tan numerosa. La llevaron a Tucumán y se encariñaron tanto con ella que no la dejaron volver a su casa. Fue así como la tía Nena, atendida y mimada como una princesa, no se pudo criar junto a sus hermanos y padres, lo que le dejó un cierto resentimiento que no podía manifestar por el agradecimiento que sentía que les debía a esos tíos que le habían salvado la vida y tanto la habían mimado

.De pequeña debió manifestar, en algún momento, su deseo de permanecer con sus hermanos cuando la traían a visitarlos en los veranos, porque me cuentan que Atilio, el hermano con el que mas se daba según ella, cierta vez le mandó una carta en donde le decía que él la iba a ir a buscar montado en una tortuguita... ( algo así como un príncipe va a rescatar a una princesa...)



LOS PAZ

Fue también en la segunda mitad del siglo XlX, cuando se encontraron Manuel Paz y Mercedes Campos y decidieron unirse para formar una familia. Ellos tuvieron solamente una hija Segunda Paz Campos (1876 - 1952).

No había la niña cumplido los 10 años cuando Mercedes falleció dejándola huérfana de madre.

Tiempo después, Manuel contrajo nuevas nupcias.  Esta señora demostró ser muy mala con la niña, por lo que su padre decidió enviarla a Paraná  a un internado de señoritas donde, a los 16 años, recibió el título de maestra de manos de Francisca Jacques. Título que está firmado por Amadeo Jacques y que la familia aún conserva.

Al volver a Sgo. del Estero la nombraron maestra de una escuela de La Banda, un pequeño pueblo por ese entonces, distante unos 8Km de la ciudad capital.

Allí, en una humilde aula de lo que después sería el colegio Amadeo Jacques, comenzó su larga carrera como educadora. Con los años pudo asistir a las Bodas de oro de ese colegio que, prácticamente, había nacido con su llegada. 

En esa oportunidad dictó una emocionante clase simbólica  a la que asistieron los que durante tantos años habían sido sus alumnos.

Llegada a La Banda,  muy poco tiempo tardó la Joven maestra en ganarse las simpatías y el cariño de los alumnos y de sus padres. También la de un apuesto y joven agricultor, Héctor Daniel Soria Lescano quien, por 1895 la hizo su esposa.

Durante el tiempo que estuvo en el internado, su padre, que vivía con su nueva esposa en la propiedad familiar  situada  en la esquina de Perú y Pellegrini de la ciudad de Sgo del Estero, había tenido con ella cuatro hijos, sus medio hermanos: Oscar - que fuera Ministro de Salud P+ublica de Sgo del Estero por los años 60 -, Manuel, Arturo y Aurelia Paz. 

A la muerte de su padre, su madrastra hizo la sucesión sin incluirla a ella, privándola de la parte que le correspondía de la propiedad de su padre, que era importante.

Su esposo le dijo que no hiciera ningún reclamo, que a ella nunca le faltaría nada mientras él viviera...  y así fue, en efecto, nada le faltó a la familia mientras él vivió...

Eñ Señor llamó a su morada a Dn Héctor Soria cuando contaba poco más de cincuenta años, pero no dejó desamparada a la familia. Por ese entonces Raúl, el primogénito, luego de haber  concluído brillantemente su carrera de abogado en Bs As, había vuelto a La Banda donde había sido nombrado Juez, con un importante sueldo. Esto le permitió, a este hijo ejemplar, que llegaría a ser Presidente del Superior Tribunal de Justicia de Sgo del Estero,  ayudar a su madre a criar y hacer estudiar a sus numerosos hermanos.


 

 

 

 

 

jueves, 18 de febrero de 2021

NOSOTROS

 Córdoba. Verano de 1964. Unos amigos y yo, María Adela Argüello (21/10/41), habíamos ido al balneario de alguno de los muchos ríos de las sierras cordobesas  cuyo nombre no recuerdo. Caminábamos descalzos por la rivera cuando sentí un fuerte pinchazo en el talón. Se me había clavado una espina de regulares dimensiones. Me la saqué y seguí caminando sin darle mayor importancia. Ni por un instante pude imaginar lo que esa espina iba a traer a mi vida...

Por ese entonces yo acababa de terminar, muy exitosamente por cierto, mi primer  año de medicina y, no debiendo materia alguna del  primero, me disponía a cursar el segundo  año.

Yo estaba fascinada con mi carrera. Estudiar, cualquiera fuera la materia, era para mí más emocionante y atrapante que la mejor de las novelas...poder estudiar medicina era lo mejor que me había pasado...

Mi trabajo como preceptora del Hogar Escuela Pablo Pizzurno era agotador pues, además de las 8 horas diarias de lunes a viernes, debíamos hacer guardias, también de 8 horas los fines de semana. Aún así mi trabajo me gustaba, pero eso, sumado a las horas de estudio, los trabajos prácticos y la asistencia a cuantas clases me era posible, hacían mi vida sumamente agitada y con poco y nada de tiempo libre.

Había días en que casi no tenía tiempo para dormir, pero ningún sacrificio me parecía demasiado: realmente anhelaba llegar a ser medico...

Un día noté que el pequeño agujerito que me había producido la espina se había convertido en un bultito doloroso que empezó a crecer y crecer haciéndose cada vez más doloroso. Traté de no llevarle el apunte, no tenía tiempo para perder en médicos por algo tan poco importante,  pero no pude...ya casi no me dejaba caminar...Tenía todo el aspecto de ser una verruga...

Aún así, fue recién a fines de septiembre cuando me decidí: debía consultar con un médico. Recordé que el Dr. Carlos Consigli lo había curado a mi hermano de numerosas verrugas que le habían aparecido alrededor de las uñas de las manos...

Me dirigí al Sanatorio Mayo decidida a hacerme atender por él. Al llegar, la secretaria me dio la mala noticia de que el Dr. Consigli no hacía consultorio ese día. Es por algo grave? - me preguntó - Le dije: No, es tan sólo una berruga en mi talón. 

Se quedó pensando unos segundos y luego me sugirió: Si es eso tan sólo, por qué no lo ve al Dr. Soria, que trabaja con el Dr. Consigli? Él sí está atendiendo.

Tiene razón, dije para mí, si es sólo una verruga bien me puede ser útil este desconocido Dr. Soria. Anóteme por favor, le pedí.

 Fue Así como conocí a Carlos Alejandro Soria Vildósola  (1/2/33 - 16/9/07,  el santiagueño que sería mi esposo. 

Nos casamos el 24 de abril de 1965 




y fuimos a vivir en un departamento que daba a la calle, en un primer piso de un viejo edificio de la calle Rivadavia, justo frente al Mercado Norte.

Nuestra primera hija, María Alejandra de las Mercedes, nació el 16 de enero de 1966. Ocho días después la bautizamos en la Iglesia Catedral 


y, tres meses más tarde, con mi carrera frustrada, nos mudamos a Sgo. del Estero. Mis suegros habían convencido a mi marido de que allá tendría un mejor porvenir económico. Y, en ese aspecto, no se equivocaron.

Para Carlos, venir a Sgo. fue algo muy bueno no sólo desde el punto de vista económico sino que, también, cosechó muchas satisfacciones en su profesión.

Creo que lo fue también para nuestros hijos. 

Y me consuelo pensando en que, a pesar de lo mucho que me gustaba mi carrera, por alguna razón el Señor no me quería médica...

Una vez recibido de médico, Carlos había hecho su especialización en enfermedades de la piel, lepra y enfermedades venéreas, en la cátedra de Dermatosifilografía del Hospital de Clínicas, dependiente de la   U.N.C. con grandes maestros como los Dres.: Argüello Pitt, Garzón  -padre e hijo - Consigli, Tello y  Ramón Argúello.  Cátedra en la que se había desempeñado como Jefe de Trabajos Prácticos hasta el día de nuestra partida a Sgo. del Estero, y de la que nunca se desligó. Siguió siempre estudiando y participando de cuanto congreso de la especialidad se hiciera en el país o países vecinos, ya como asistente, como organizador o como disertante.

HOSPITAL INDEPENDENCIA - ENTREGA DE DISTINCIONES



DISERTANDO EN LA FE.D.I.NOA.



Al instalarse en su ciudad natal,  sólo estaban, además de él, el Dr. Larreina y el Dr. Leyría. Con el tiempo otros fueron viniendo. Carlos los reunió a todos y los entusiasmó para que formaran la Sociedad Santiagueña de Dermatología, que hacía reuniones semanales para discutir sobre casos especiales, nuevos tratamientos y tener charlas científicas..  

Con el correr de los años sus colegas lo declararon  "Maestro de la Dermatología Santiagueña"...

Recién llegados a Sgo del Estero, nuestro primer domicilio fue el 170 del Pje. Diego de Rojas,  la casa de los abuelos Soria Vildósola que nos acogieron con grandes muestras de alegría.


Por ese entonces, el frente de la casa era muy diferente del actual: estaba pintado todo de blanco con las aberturas  de color verde claro. Junto a la entrada del garage había un pequeño jardín  cerrado por una tapia baja coronada por un detalle de hierro de color verde. De hierro pintado de verde era también el pequeño portón de acceso a la puerta  principal de la casa y la puerta que cerraba, en el extremo opuesto al garage, el pasillo que comunicaba directamente el exterior con  los patios.

Daba al jardín, al lado de la puerta principal,  la importante ventana del Estudio Jurídico del Dr. Raúl Arturo Soria, Abogado.

El frente de la planta alta tenía una ventana encima de la entrada del Garage y, arriba de la ventana del Estudio, un amplio balcón terraza bordeando el cual se veía el mismo detalle de hierro verde que en la pared que limitaba el jardín.

En esta hermosa casa vivimos alrededor de un año y medio. En ella nació nuestro segundo hijo, Carlos Enrique., el 25 de mayo de 1967.


Cuando él tenía ocho meses, logramos alquilar una vieja casa a una cuadra del Pje. Diego de Rojas, sobre calle Salta, casi Roca.Mi marido instaló en ella su consultorio y lo atendió por algo más de siete años. 

Antes del año de estar radicados  aquí nació Mariano, el 4 de febrero de 1969.

y tres años después tuvimos el inmenso dolor de perder a José Luis...

Durante el tiempo que pasamos en esta incómoda vivienda, habíamos comprado  un terreno en calle Catamarca, habíamos hecho hacer los planos de la que sería nuestra casa y estábamos a punto de iniciar su construcción, cuando los hermanos de Carlos le pidieron que se quedara con la casa paterna para que los abuelos tuvieran cerca al hijo médico.

Fue así que se hizo tasar la casa y mi parido pagó a sus hermanos lo que le correspondía a cada uno.

Después, en lugar de nuestra casa, hicimos construir un departamento para los padres de Carlos y le hicimos a la casa algunas reformas para adaptarla a nuestras necesidades.

En lo que había sido el jardín del frente, construimos el consultorio y la sala de espera y, arriba de estos, un nuevo dormitorio que sería para nuestra hija Alejandra. Con lo cual el frente quedó como luce actualmente.

Por otra parte ampliamos la cocina a expensas de un baño que daba al patio de luz, con lo que la misma quedó mucho más iluminada y ventilada. 

 Al baño lo trasladamos al espacio que ocupaba una despensa entre la cocina y el living, con ventilación hacia el patio interno. 

La puerta que antes daba acceso directo a los patios, se transformó en la entrada a la sala de espera y al departamento de mis suegros.

Se hicieron también algunas modificaciones en las habitaciones de servicio.

A sólo unos mese de instalados en nuestro nuevo hogar, nació Federico José, el último de mis hijos, el 19 de diciembre de 1975.


Y la primera fiesta que se celebró aquí  fue la Primera Comunión de nuestra hija María Alejandra de las Mercedes, el día 24 de septiembre de 1975.




La vida siguió su curso... La casa vio a los chicos crecer, estudiar y buscar sus destinos... 

AÑO 1990: Carlos Enrique recibe su título de Contador Público Nacional. En 1998 contrae nupcias con Analía Mercedes Arce(17/7/75), CPN,  enlace del que nacieron: María Me rcedes (16/6/99), Carlos Gonzalo (25/3/01), María Paula (3/6/03) y Joaquin (3/3/10).

AÑO 1992: María Alejandra de las Mercedes obtiene su título de Abogada.  El 17 de junio de 1995 se desposa con Nicolás Enrique Juarez Villegas (7/12/59) Abogado también. Tuvieron dos hijas: María Teresa (11/3/ 96) y Josefina (10/7/ 98).

AÑO 1995:  Recibe su título de Médico Mariano, quien en 1991 había contraído enlace con  Claudia Lorena Fonzo (17/8/75).  Sus hijos fueron María Antonella (17/6/92) y Mariano Gastón (22/12/04).

AÑO 2002:  Federico José se recibe de abogado.

AÑO 2021: Claudia Lorena Fonzo se recibe de Contadora Pública Nacional.

Ahora esta casa que vio también  a los adultos envejecer y, a su tiempo, partir hacia  la Eterna Morada,   se ve así:






 


 

viernes, 5 de febrero de 2021

FEBRERO DE 2021  UN MUNDO QUE CAMBIA

Esta mañana, mientras cerraba las ventanas porque el fuerte sol del verano santiagueño lo hacía imprescindible a esa hora, iba contemplando mi casa,con sus muebles y sus cuadros ...Cada cosa en ella era un recuerdo y cada recuerdo un retazo de vida...

En esta casa habían nacido dos de mis hijos: Carlos Enrique y Federico José. En esta casa también,   habían partido a la casa del Padre mis suegros:  Raúl Arturo Soria Paz y Josefa Vildósola de Galdiz. Unos años después los había seguido  María Esther Soria Paz. Y con el Tiempo Carlos Alejandro Soria Vildósola...

El Señor llamó luego a mi madre Hilda Rosa Peregrina Gottardi Marasso, que yo había traído desde Neuquén y poco después a su fiel asistente Luisa Painenau...


Pensé: Soy la última!... Dios me conceda  poder seguir viviendo aquí, en medio de mis recuerdos, cumpliendo la misión de seguirlos haciendo presentes hasta que llegue mi día!!...Ese es mi mayor deseo!!!...

Un sentimiento de dolorosa  impotencia y, al mismo tiempo de mansa aceptación, me embargó...

Esta había sido la casa de mis suegros. Con el correr de los años pasó a mi poder, pero yo la seguí compartiendo con ellos en mi corazón. Hace muchos años que no están con nosotros, pero dos grandes cuadros sobre la biblioteca del escritorio los mantienen siempre presentes presidiendo todo lo que sucede en esta parte de su familia. 

Miré hacia la escalera desde la pared de cuyo descanso parecían mirarme mis abuelos y las dos tías que tuvieron mayor influencia en mi vida.



En una pared del hall de arriba estaba la imagen del Sagrado Corazón...

... que perteneciera a María Esther Soria Paz. 


En el que fuera el dormitorio de mis hijos,que  conservaba los muebles que habían sido de los niños Soria Vildósola, ... 


... estaba el antiguo e importante cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que solía presidir el dormitorio de mi abuelita Adela.


Continué cerrando ventanas.. en el otro dormitorio estaban  la cama, las mesas de luz, el toilette, la banqueta  y el antiguo crucifijo que habían formado parte del dormitorio de mis suegros..



Al salir de allí mis ojos se fijaron en la hermosa "piedra" que atesoro, colocada sobre la pequeña mesita donde estuviera desde el día que llegara a nuestra casa alla por 1944. Mi papá la había encontrado en la cordillera de los Andes en la provincia de Río Negro. Había estado siempre como un adorno en casa de mi madre y vino a Sgo, del Estero con ella cuando la traje de Neuquén. Es muy bella. Cierto día, observándola con detenimiento, vi que en suparte inferior se distiguía claramente y sin lugar a dudas, la forma de una vértebra espinal... Temo que la "piedra" ha resultado ser un fósil...




Llegué luego  al que había sido el dormitorio de mi mamá, con el bello retrato ampliado  de su madre, mi abuela Rosita Marasso, y el enorme cuadro que estuviera en la cabecera de la cama de mi hermano Enrique que  mi mamá había querido conservar después de su muerte...

Yme acordé de mi abuelo Güerino Jerónimo Gottardi, el adorado padre de mi mamá  - mi querido "belito"-  al que apenas había llegado a conocer y al que, sin embargo,  recordaba con tanto cariño...




Pensé también en el gran crucifijo que recibe, en el hall de abajo, a quienes llegan a esta casa, que viniera de Rivadavia 290. Frente a ese Cristo crucificado nos habíamos arrodillado todas las noches mi abuelita Adela, mis tías María Teresa, Susana y yo, para rezar el Rosario  por el alma de mi padre, que a los 38 años nos había dejado hacía un año tan sólo y por mi abuelo Enrique...

Yo acababa de cumplir mis ocho años...  


Y mis pensamientos me llevaron a la pared del escritorio sobre la que el Dr Carlos Alejandro Soria Vildósola había querido colgar algunos de los diplomas distinciones y muestras de cariño que había cosechado durante el ejercicio de su profesión...

 


Sonreí al recordar que yo había colocado las fotos de sus padres de manera tal que pudieran ver estas distinciones y sentirse muy orgullosos de los triunfos  de su hijo...

 

Cuántos recuerdos!!!... Y cuánto quería yo esos recuerdos!!... pero no me quedaba otro remedio que desapegarme de todos ellos, me dije a mí misma con tristeza...

 Mirando a la cama de mi mamá. como si ella estuviera aún allí le dije: Te das cuenta mamá?  soy la última... Después de mí todo esto va a desaparecer... Las casas de hoy no tienen lugar para grandes cuadros ni grandes fotos, menos de gente del pasado... Además supongo que todos piensan que estas cosas no se usan ya... 

Permanecí un rato pensando en todo esto... tratando de grabar, en mi mente y mi memoria,mi casa, cada lugar y cada recuerdo... como si, al hacerlo, los fuese transformando en parte de la eternidad...   

Después con el alma llena de una serena y hasta dulce  melancolía me volví a repetir...Soy la última!!...