Carlos Alejandro Soria Vildòsola

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Lugar: Argentina

viernes, 12 de septiembre de 2014

LA FAMILIA DE HILDA ROSA GOTTARDI MARASSO



     Mi madre, Hilda Rosa Peregrina Gottardi Marasso , ya anciana, a mi pedido cuenta todo lo que recuerda sobre su familia.  Lamento no haber preguntado antes!. Uno cree que siempre hay tiempo y, cuando se da cuenta, ya no hay a quien preguntar, nadie que pueda hablarle de sus ancestros. No sé si alguna vez mis hijos o mis nietos se interesarán por saber de donde provienen, quienes fueron sus antepasados, de dónde vienen sus genes. Pero por si eso sucediera, escribo estas líneas con lo poco que yo he llegado a averiguar por haber empezado a preguntar muy tarde:
     Hilda era la tercera de los diez hijos del matrimonio formado por Güerino Jerónimo Gottardi y Rosa Marasso Rocca. Fueron sus hermanos: Carlos Efraín Eduardo,  María Alicia Clementina,  Eduardo Marcial José,  Amelia Pastora Carolina,  María Clementina,  Irene Noemí Ana,  Hugo Rodolfo, Gabriela del Valle  y Carolina Susana.
     SUS ABUELOS PATERNOS fueron: el Conde Pietro Gottardi  - natural de Venecia, Italia - nacido en el  Palacio Gottardi, perteneciente a la nobleza italiana y como tal debía aceptar el matrimonio que sus padres consideraran conveniente o apropiado para él.  Pero él se había enamorado de Rosalía, una bella y dulce jovencita que no llenaba las condiciones para ser su esposa, según los cánones de su familia. En abierto desafío a las reglas sociales de su época y contra la voluntad de sus padres, se casó con  Rosalía Braide.  Él sabía lo que esto significaba, su padre se lo había advertido. En efecto, no pudiendo soportar la desobediencia del hijo, su padre  lo desheredó y expulsó de la familia, razón por la cual se vinieron a la Argentina, trayendo tan sólo un cofre que contenía los pergaminos que acreditaban su título y linaje. Pensando, tal vez, que algún día uno de sus hijos querría reclamar sus derechos.
Él nunca hablaba de sus padres, ni tampoco mi abuelo de sus abuelos, por eso no he podido averiguar sus nombres, me hubiera gustado saberlos.
No sé cómo sobrevivió mi bisabuelo en esta tierra extraña para él, ni como pudo mantener a su prolífica familia. Él era un hombre muy preparado y que hablaba varios idiomas, por eso pienso que consiguió trabajo en el ferrocarril que supongo que por esa época estaba manejado por los ingleses. Me hace pensar esto el hecho de que mi abuelo fue ¨escribiente¨del ferrocarril, según mi madre - no sé .  lo que eso significaba, pero al parecer era un buen puesto porque le permitió hacer su casa - la mejor del barrio en ese tiempo - según mi mamá. y después el mayor de sus hijos también trabajó en el ferrocarril. Y él también tenía un buen pasar.

    Quisiera que mis hijos y mis nietos compartieran el orgullo que siento de descender de un hombre  de tal temple y de tales principios que fue capaz de priorizar su amor,  a los lujos, los títulos, los honores, la riqueza y la vida regalada. Y que supo aceptar las consecuencias de su decisión.  

     En Córdoba, Argentina, nacieron sus vástagos: el primero Güerino Jerónimo - mi abuelo - en cuyo poder dejó su padre el cofre con  los pergaminos por ser el primogénito - pero al parecer su padre les había enseñado a despreciar los títulos nobiliarios que tanto dolor habían traído a su vida al ponerlo en la situación de tener que elegir entre su familia y su amor - esta sería la razón por la cual mi abuelo no hizo nada por conservarlos, quedando sin embargo en su poder hasta que, luego de su trágica muerte,  alguno de sus hermanos debió llevárselo - mamá no recuerda de cual.
Después de Guerino nacieron : Carlos, Guido, Luis, Adela, María, Ana y Ángela.
    Rosalía, mi bisabuelaera muy delgada, muy rubia,  dueña de unos increíbles ojos celestes, muy  hermosa y muy dulce - según recuerda mamá - murió de cáncer de estómago. Mamá cuenta que mi abuelo Güerino, que adoraba a su madre, le llevaba los remedios pero, antes, le sacaba las etiquetas para que ella no se asustara. No quería que se diera cuenta de la gravedad de su estado.
     A la muerte de su esposa el Conde Pietro Gottardi, mi bisabuelo,  fue a vivir primero con su hija Adela y luego, hasta su muerte alrededor de los 80 años o tal vez menos - posiblemente de un derrame cerebral  -  con su hija María que vivía justo frente a la casa paterna de mamá, en el 1600 de la calle Sarmiento de la ciudad de Córdoba (la dirección de mis abuelos era Sarmiento 1625, Córdoba). Mamá quería mucho a su abuelo - nono, como le decían -  y no se olvida de que él se sentaba en el jardín del frente de la casa de su tía María y cada vez que ella salía a la vereda, la llamaba y le daba unas moneditas.
     Mamá  adoraba a su padre y decía que ella era su preferida. Yo era muy pequeña cuando murió, pero ella me hablaba siempre de él: lo describía como muy alto y delgago, de hermosas facciones,de cabellos muy negros y abundantes y  con unos bellísimos ojos verdes de mirada muy dulce. Comentaba que, cuando se dejaba la barba la gente le decía "el Cristo". 

Un día me mostró una carta que él le había escrito cuando habíamos ido a vivir a Formosa en la que le decía cuánto extrañaba entrar en nuestra casa y sentir que yo lo llamaba "belito"...

Recuerda que antes de que edificaran en la calle Sarmiento, solían vivir en la calle 25 de Mayo 1579. Mas tarde en Catamarca al 1600, al lado de la casa de la familia Marquesini, en Barrio Gral Paz - familia que luego se fuera a vivir frente a la Iglesia de Alta Córdoba -. Los Marquesini lo querían muchísimo a mi abuelo, al punto de que él, al venir de trabajar,  pasaba primero por la casa de ellos, donde almorzaba, y luego volvía a almorzar en su casa.
La muerte de mi abuelo dejó desamparada a la familia que sufrió muchas necesidades.
Para colmo por esa época hubo una epidemia de tuberculosis en Córdoba. esta epidemia se llevó la vida de mis tías Reina, de 16 años; Irene de 15; Alicia, ya casada y con una bebé de pecho - fallecieron las dos - y, al poco tiempo mi abuela, que dejo tres hijos pequeños aún: Susana , de 6 años; Gabriela, de 8; u Hugo , de 12,  al cuidado de mi tía Amelia, que hizo de madre para ellos.
Amelia falleció hace unos meses a los 94 años. La única sobreviviente de la familia es Gabriela, de 80 años.
     LOS ABUELOS MATERNOS de mamá fueron: Francisco Marasso Rocca, eximio pianista y barítono italiano y Clementina Porto Lorca, española - Según cuenta mi madre, su abuelo había sido un famoso cantante lírico en Chile, donde vivían antes de venir a la Argentina. Cierta vez, en una presentación, perdió la voz sobre el escenario. Esto le produjo una vergüenza tal que se negó a volver a subir a un escenario, más aún, salió de Chile con su esposa y se radicaron en  en Chilecito, La Rioja, Argentina.
Fueron sus hijos: Fancisco   Arturo - casado con Berta Gómez, catamarqueña,su primer y único amor, de quien se enamoró cuando ella sólo tenía 14 años, y  con quien tuvo cuatro hijas - Profesor, poeta, escritor, Miembro Honorario de la Universidad Nacional de la Plata, y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española;  Humberto, soltero; Bautista, poeta también - casado con Evarista Quiroga: hijos: Alcira y dos mellizos; Eduardo - casado con María Lidia Herrera Ocampo: tuvieron una sola hija;  Rodolfo y Rosa, mi abuela. La menor y la única mujer, era la adoración de su padre quien, según recordaba mi abuela Rosita, todos los días le medía las manitos para ver cuando podría empezar a enseñarle a tocar  el piano.
     Clementina y Francisco vivían en una casona frente a la plaza de Chilecito, en la esquina formada por las calles: El Maestro y Castro Bazán.  Vivían con ellos los hermanos de Clementina: Peregrina Carolina y Manuel Porto Lorca
     Francisco Marasso Rocca, mi bisabuelo, que era un músico destacado  - fundador de la primera escuela de música de Chilecito, La Rioja - era también barítono. En una reunión le pidieron que cantara, él empezó a sentirse mal pero siguió cantando, al llegar a su casa se sentía muy mal, pero no encontraron ningún médico. Lo dieron por muerto y dicen que cuando lo enterraron se sintieron ruidos dentro del cajón.
     Cuando su sobrina Rosa se casó, Peregrina se fue a vivir a Córdoba con el joven matrimonio, con quienes permaneció hasta su muerte en la mencionada ciudad.
     Cuenta mi madre que su abuela Clementina aún vivía en Chilecito cuando Peregrina enfermó y , estando un día ya al borde de la muerte le dijo a mi abuelo: ¨Gottardi, deme un poco de agua, por favor, porque tengo mucha sed. Fui a Chilecito y la acequia estaba seca y no he podido tomar agua. Clementina estaba durmiendo en el patio, la quise despertar y le moví la cama, pero ella creyó que era el perro y dijo: Fuera Kaiser! y siguió durmiendo. Por eso no he podido tomar agua¨ - Dicho esto falleció.  Le contaron  después a Clementina y dijo que era cierto, que la acequia estaba seca y que ella había sentido que le movían la cama y había creído que era el perro.
     La casona de Chilecito tenía una inmensa higuera en el centro del patio. Contaba mi abuela Rosita que un día, bajo esa higuera, Carolina y Manuel habían hecho el siguiente pacto: ¨Aquel que muera primero vendrá a decirle al otro cómo es allᨠ- Tiempo después muere Manuel. El pacto ya había sido olvidado. Pero un día, estando Clementina enferma le pidió a su hermana que le trajera un poco de leche caliente, para lo cual había que atravesar el patio para llegar a la cocina. Cuando Carolina salió de la habitación encontró a su hermano - ya fallecido - esperándola en el patio, vestido con la capa que solía usar en vida. Ella empezó a rezar para que Manuel no le hablara, estaba aterrorizada. Él no le habló, la acompañó hasta la cocina pero no entró; al salir él seguía en el patio y la acompañó hasta el dormitorio pero tampoco allí entró. Algo más tranquila se acercó a la cama de su hermana para darle la leche y entonces se dio cuenta de que había temblado tanto que toda la leche se había derramado y la taza estaba vacía. Esto se repitió por tres noches y luego nunca más.
     Al morir mi bisabuelo Francisco y Manuel, su cuñado - hermano de mi bisabuela Clementina, y de mis tías bisabuelas Carolina y Peregrina -  Carolina siguió viviendo con su hermana Clementina en la casona de Chilecito. El hijo de ésta Arturo Marasso, las mantuvo hasta la muerte de su madre.
     La muerte de Clementina sucedió estando en una reunión con amigas tomando el té y viendo fotos familiares. En un momento Clementina se agachó a recoger una cucharita que se le había caído y ya no se pudo incorporar. Carolina fue entonces llevada por su sobrino Eduardo Marasso a vivir con ello en Pergamino hasta que , estando ya muy anciana, la enviaron a Córdoba,  a casa de mis abuelos Rosita y Güerino para que la cuidaran. Allí falleció.
     La muerte de mi abuelo Güerino fue muy triste y muy trágica. Él era aún muy joven, al punto de que su hija menor contaba con tan sólo tres años, apenas rondaba los 50 años. La noche del 29 de septiembre de 1943, volvía como siempre a su casa. Le había comprado un par de zapatitos a la más pequeña de sus hijas y los llevaba en la mano mientras iba caminando por una vía muerta del ferrocarril a pocas cuadras de su domicilio. Él trabajaba en el ferrocarril y sabía muy bien que esa vía no se usaba nunca. Quiso el destino que, por alguna razón, una máquina estuviera haciendo maniobras en esa vía. Sin duda él escuchó el ruido, pero no debió pensar jamás que vendría por esa vía. El maquinista no lo vio y lo atropelló partiéndolo en 14 pedazos...
     Por esa época estaba por nacer mi hermano. Hacía muy poco que nos habíamos trasladado a Formosa.  A mi mamá no le avisaron de la muerte de su padre al que adoraba porque estaba por dar a luz.  Ella siempre cuenta que lo vio - talvez en sueños - llegar a la casa y entrar al dormitorio en donde estaba con el recién nacido y que  le había preguntado: ¨Este es tu nuevo hijo? Qué nombre le pusiste?¨ - mamá le había contestado: Enrique - él le había dicho entonces: ¨Debiste ponerle Cristófolo Colombo,  ya que nació el 12 de octubre¨... Tiempo después se enteró de que su padre había muerto.