Carlos Alejandro Soria Vildòsola

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viernes, 8 de enero de 2010

Dña SEGUNDA PAZ DE SORIA, Dña. LIVIA TONAZZI y Dña MERCEDES SALLABERRY DE IRURZUN ¡EL TERCETO HEROICO!

El lunes 12 de marzo de 1945, el diario ¨El Liberal¨ de Santiago del Estero, bajo el título de : TESTIMONIOS SEÑEROS DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA DE LA BANDA, con la firma de Tiki, publicó un artículo de casi media página hablando de estas tres grandes educadoras a las que llama ¡ El Terceto Heroico! Artículo del que ahora me voy a limitar a trancribir tan sólo lo que se refiere a la abuela de Carlos Alejandro Soria Vildósola y el epílogo:
Dña. SEGUNDA PAZ DE SORIA.
¨Un nueva maestra llega para hacerse cargo de un grado de la Escuela Fiscal. Acaba de egresar de la Escuela Normal de Niñas. Recibió el título acariciado de manos de Francisca Jacques, recordada siempre como la maestra de todos los tiempos, y viene precisamente a La Banda a estrenarlo.
Es fina, elegante, atractiva, su silueta irradia simpatía. Sin esfuerzo conseguirá que el alumnado y los padres de familia, le otorguen su confianza y su cariño.
La nueva maestra de la Escuela Amadeo Jaques, bautizada así por iniciativa de Clodomiro Luque, no ha pensado, posiblemente, cuando llegó a La Banda, que realizaría aquí todo su destino.
La retendrá, prendida en sus finas redes, el cariño que logra despertar en ella un caballero que vivió y murió muchos años después, rodeado de general estimación. Realiza su ideal uniéndose en matrimonio con Dn. HÉCTOR SORIA, Jefe de Correos, después presidente de la primera Comisiòn Vecinal de La Banda; agricultor, hombre de acción perseverante, de trabajo y de progreso.
Dña. Segunda Paz de Soria, que así se llama ahora la niña gentil que iniciara su misión educadora en la Escuela Amadeo Jacques, no abandonará jamás el aula. Consagrada a la enseñanza allí encuentra la continuidad de su hogar. Alguna vez aparecerá, a medida que el tiempo avanza, con los frutos de su amor: Raúl es el primero que toma matrícula en la escuela donde la madre ha hecho sus armas. Y siguen muchos para contarlos.
La escuela crece, se transforma. Múdanse direcciones, vienen y van maestros. La señora Segunda Paz de Soria continúa frente a ¨su grado¨ con el libro de Ferreyra y el puntero en la mano.
Con la monotonía de la tarea que cumple diariamente pasan los años. Diez, veinte, treinta. Crece su prestigio y va realizando, sin quererlo ni buscarlo, el relieve augusto de su personalidad. Pues por ser la maestra de mejor concepto y de más antigua actuación - como si fuera en la milicia - se le otorgan tácitamente los honores. Ella está siempre en el centro; rodeada por simpatías, por afectos y, más que todo, por el respeto unánime que ha sabido conquistar, y que le llega otorgado por el consenso del pueblo, sin reticencias.
A esta educadora, de raro temple, que no procura salir nunca de su grado, que no quiere un ascenso jerárquico, estando en sus manos y en su foja de servicio el poder para conquistarlo, le está reservado trabajar mucho más de lo que promedia la actuación de muchos otros educadores. Ella pasará a la Escuela Normal y allí tropezará, en los cursos adelantados, con los niños a los que enseñó a deletrear - siempre la madre - con Solana Juárez, la maestra morena fundadora del establecimiento, que aprendió de ella el silabario, que fue su alumna de inferior allá en la vieja escuela Jacques. (...)
Como Mercedes Sallaberry de Irurzun, como Silvia Tonazzi, Segunda Paz de Soria, maestra de maestros, madre de madres, vive en su retiro, ya logrados en vida todos sus anhelos.
¡EL TERCETO HEROICO!
Evocar así, ligeramente, mediante rápidos apuntes, estas tres vidas de maestras bandeñas, nos ha parecido un deber. ¡ Ojalá estas líneas escritas al pasar actúen sobre las conciencias adormecidas de sus exalumnos y del pueblo entero y se organice en su honor - alguna vez ha de ser - el acto recordatorio, justiciero, pero grande, muy grande, en honor imperecedero de este grupo heroico que realizara, en largas jornadas de sacrificio, una labor que no igualan ni alcanzan, en poder de sugestión y de grandeza, otros hechos, cualesquiera fuera su importancia!.
Amantísimas madres de la niñez inculta, de ellas bebieron los hijos del pueblo sus enseñanzas y lo que es más, en aquellos tiempos duros, sanos ejemplos.
No se debieron jamás al horario ni al estipendio. No contaron en su auxilio con los reglamentos de licencias y de faltas ¨permitidas¨. Fueron, se ha dicho y hay que repetirlo: madres. Pues cariño de madre pone la maestra que enseña y, ante la rebeldía, o ante la ignorancia, supera el inconveniente, lo sobrepasa y lo vence.
Alumnos que tuvieron, en aquella época que está desapareciendo en la lejanía como la puesta de un sol que no volviese, la suerte de contarlas en su cammino: ¡Qué felices fueron!. Ellas formaron la generación que ha dado a La Banda sus instituciones, su moral, su fuerza de producción, sus sueños y sus rebeldías. Para lograrlo pusieron en la enseñanza y en la educación algo más que el conocimiento frío de los textos. Llegaron a las almas leves y blancas, penetraron las conciencias, iluminaron los cerebros y contemplaron su luz.
Así como en la medicina se dice que no existen enfermedades sino enfermos, así también en su magisterio, desempeñado nobilísimamente, cada ¨caso¨ fue para ellas motivo de hondas preocupaciones que supieron estudiar y resolver con alto criterio pedagógico y humano.
Concluída la tarea diaria, algo les quedaba siempre por hacer: la visita a los padres para inquirir, para insinuar, para corregir vicios y defectos, para prevenir resultados. Llegaban, con igual amor, hasta la cama del enfermo. ¡Cuánta amargura, cuánto dolor, aliviaron así, con su bondad inextinguible!
¡Terceto heroico! ¡Coronadas sean sus frentes con los laureles sagrados!
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