Carlos Alejandro Soria Vildòsola

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Lugar: Argentina

jueves, 18 de febrero de 2021

NOSOTROS

 Córdoba. Verano de 1964. Unos amigos y yo, María Adela Argüello (21/10/41), habíamos ido al balneario de alguno de los muchos ríos de las sierras cordobesas  cuyo nombre no recuerdo. Caminábamos descalzos por la rivera cuando sentí un fuerte pinchazo en el talón. Se me había clavado una espina de regulares dimensiones. Me la saqué y seguí caminando sin darle mayor importancia. Ni por un instante pude imaginar lo que esa espina iba a traer a mi vida...

Por ese entonces yo acababa de terminar, muy exitosamente por cierto, mi primer  año de medicina y, no debiendo materia alguna del  primero, me disponía a cursar el segundo  año.

Yo estaba fascinada con mi carrera. Estudiar, cualquiera fuera la materia, era para mí más emocionante y atrapante que la mejor de las novelas...poder estudiar medicina era lo mejor que me había pasado...

Mi trabajo como preceptora del Hogar Escuela Pablo Pizzurno era agotador pues, además de las 8 horas diarias de lunes a viernes, debíamos hacer guardias, también de 8 horas los fines de semana. Aún así mi trabajo me gustaba, pero eso, sumado a las horas de estudio, los trabajos prácticos y la asistencia a cuantas clases me era posible, hacían mi vida sumamente agitada y con poco y nada de tiempo libre.

Había días en que casi no tenía tiempo para dormir, pero ningún sacrificio me parecía demasiado: realmente anhelaba llegar a ser medico...

Un día noté que el pequeño agujerito que me había producido la espina se había convertido en un bultito doloroso que empezó a crecer y crecer haciéndose cada vez más doloroso. Traté de no llevarle el apunte, no tenía tiempo para perder en médicos por algo tan poco importante,  pero no pude...ya casi no me dejaba caminar...Tenía todo el aspecto de ser una verruga...

Aún así, fue recién a fines de septiembre cuando me decidí: debía consultar con un médico. Recordé que el Dr. Carlos Consigli lo había curado a mi hermano de numerosas verrugas que le habían aparecido alrededor de las uñas de las manos...

Me dirigí al Sanatorio Mayo decidida a hacerme atender por él. Al llegar, la secretaria me dio la mala noticia de que el Dr. Consigli no hacía consultorio ese día. Es por algo grave? - me preguntó - Le dije: No, es tan sólo una berruga en mi talón. 

Se quedó pensando unos segundos y luego me sugirió: Si es eso tan sólo, por qué no lo ve al Dr. Soria, que trabaja con el Dr. Consigli? Él sí está atendiendo.

Tiene razón, dije para mí, si es sólo una verruga bien me puede ser útil este desconocido Dr. Soria. Anóteme por favor, le pedí.

 Fue Así como conocí a Carlos Alejandro Soria Vildósola  (1/2/33 - 16/9/07,  el santiagueño que sería mi esposo. 

Nos casamos el 24 de abril de 1965 




y fuimos a vivir en un departamento que daba a la calle, en un primer piso de un viejo edificio de la calle Rivadavia, justo frente al Mercado Norte.

Nuestra primera hija, María Alejandra de las Mercedes, nació el 16 de enero de 1966. Ocho días después la bautizamos en la Iglesia Catedral 


y, tres meses más tarde, con mi carrera frustrada, nos mudamos a Sgo. del Estero. Mis suegros habían convencido a mi marido de que allá tendría un mejor porvenir económico. Y, en ese aspecto, no se equivocaron.

Para Carlos, venir a Sgo. fue algo muy bueno no sólo desde el punto de vista económico sino que, también, cosechó muchas satisfacciones en su profesión.

Creo que lo fue también para nuestros hijos. 

Y me consuelo pensando en que, a pesar de lo mucho que me gustaba mi carrera, por alguna razón el Señor no me quería médica...

Una vez recibido de médico, Carlos había hecho su especialización en enfermedades de la piel, lepra y enfermedades venéreas, en la cátedra de Dermatosifilografía del Hospital de Clínicas, dependiente de la   U.N.C. con grandes maestros como los Dres.: Argüello Pitt, Garzón  -padre e hijo - Consigli, Tello y  Ramón Argúello.  Cátedra en la que se había desempeñado como Jefe de Trabajos Prácticos hasta el día de nuestra partida a Sgo. del Estero, y de la que nunca se desligó. Siguió siempre estudiando y participando de cuanto congreso de la especialidad se hiciera en el país o países vecinos, ya como asistente, como organizador o como disertante.

HOSPITAL INDEPENDENCIA - ENTREGA DE DISTINCIONES



DISERTANDO EN LA FE.D.I.NOA.



Al instalarse en su ciudad natal,  sólo estaban, además de él, el Dr. Larreina y el Dr. Leyría. Con el tiempo otros fueron viniendo. Carlos los reunió a todos y los entusiasmó para que formaran la Sociedad Santiagueña de Dermatología, que hacía reuniones semanales para discutir sobre casos especiales, nuevos tratamientos y tener charlas científicas..  

Con el correr de los años sus colegas lo declararon  "Maestro de la Dermatología Santiagueña"...

Recién llegados a Sgo del Estero, nuestro primer domicilio fue el 170 del Pje. Diego de Rojas,  la casa de los abuelos Soria Vildósola que nos acogieron con grandes muestras de alegría.


Por ese entonces, el frente de la casa era muy diferente del actual: estaba pintado todo de blanco con las aberturas  de color verde claro. Junto a la entrada del garage había un pequeño jardín  cerrado por una tapia baja coronada por un detalle de hierro de color verde. De hierro pintado de verde era también el pequeño portón de acceso a la puerta  principal de la casa y la puerta que cerraba, en el extremo opuesto al garage, el pasillo que comunicaba directamente el exterior con  los patios.

Daba al jardín, al lado de la puerta principal,  la importante ventana del Estudio Jurídico del Dr. Raúl Arturo Soria, Abogado.

El frente de la planta alta tenía una ventana encima de la entrada del Garage y, arriba de la ventana del Estudio, un amplio balcón terraza bordeando el cual se veía el mismo detalle de hierro verde que en la pared que limitaba el jardín.

En esta hermosa casa vivimos alrededor de un año y medio. En ella nació nuestro segundo hijo, Carlos Enrique., el 25 de mayo de 1967.


Cuando él tenía ocho meses, logramos alquilar una vieja casa a una cuadra del Pje. Diego de Rojas, sobre calle Salta, casi Roca.Mi marido instaló en ella su consultorio y lo atendió por algo más de siete años. 

Antes del año de estar radicados  aquí nació Mariano, el 4 de febrero de 1969.

y tres años después tuvimos el inmenso dolor de perder a José Luis...

Durante el tiempo que pasamos en esta incómoda vivienda, habíamos comprado  un terreno en calle Catamarca, habíamos hecho hacer los planos de la que sería nuestra casa y estábamos a punto de iniciar su construcción, cuando los hermanos de Carlos le pidieron que se quedara con la casa paterna para que los abuelos tuvieran cerca al hijo médico.

Fue así que se hizo tasar la casa y mi parido pagó a sus hermanos lo que le correspondía a cada uno.

Después, en lugar de nuestra casa, hicimos construir un departamento para los padres de Carlos y le hicimos a la casa algunas reformas para adaptarla a nuestras necesidades.

En lo que había sido el jardín del frente, construimos el consultorio y la sala de espera y, arriba de estos, un nuevo dormitorio que sería para nuestra hija Alejandra. Con lo cual el frente quedó como luce actualmente.

Por otra parte ampliamos la cocina a expensas de un baño que daba al patio de luz, con lo que la misma quedó mucho más iluminada y ventilada. 

 Al baño lo trasladamos al espacio que ocupaba una despensa entre la cocina y el living, con ventilación hacia el patio interno. 

La puerta que antes daba acceso directo a los patios, se transformó en la entrada a la sala de espera y al departamento de mis suegros.

Se hicieron también algunas modificaciones en las habitaciones de servicio.

A sólo unos mese de instalados en nuestro nuevo hogar, nació Federico José, el último de mis hijos, el 19 de diciembre de 1975.


Y la primera fiesta que se celebró aquí  fue la Primera Comunión de nuestra hija María Alejandra de las Mercedes, el día 24 de septiembre de 1975.




La vida siguió su curso... La casa vio a los chicos crecer, estudiar y buscar sus destinos... 

AÑO 1990: Carlos Enrique recibe su título de Contador Público Nacional. En 1998 contrae nupcias con Analía Mercedes Arce(17/7/75), CPN,  enlace del que nacieron: María Me rcedes (16/6/99), Carlos Gonzalo (25/3/01), María Paula (3/6/03) y Joaquin (3/3/10).

AÑO 1992: María Alejandra de las Mercedes obtiene su título de Abogada.  El 17 de junio de 1995 se desposa con Nicolás Enrique Juarez Villegas (7/12/59) Abogado también. Tuvieron dos hijas: María Teresa (11/3/ 96) y Josefina (10/7/ 98).

AÑO 1995:  Recibe su título de Médico Mariano, quien en 1991 había contraído enlace con  Claudia Lorena Fonzo (17/8/75).  Sus hijos fueron María Antonella (17/6/92) y Mariano Gastón (22/12/04).

AÑO 2002:  Federico José se recibe de abogado.

AÑO 2021: Claudia Lorena Fonzo se recibe de Contadora Pública Nacional.

Ahora esta casa que vio también  a los adultos envejecer y, a su tiempo, partir hacia  la Eterna Morada,   se ve así:






 


 

viernes, 5 de febrero de 2021

FEBRERO DE 2021  UN MUNDO QUE CAMBIA

Esta mañana, mientras cerraba las ventanas porque el fuerte sol del verano santiagueño lo hacía imprescindible a esa hora, iba contemplando mi casa,con sus muebles y sus cuadros ...Cada cosa en ella era un recuerdo y cada recuerdo un retazo de vida...

En esta casa habían nacido dos de mis hijos: Carlos Enrique y Federico José. En esta casa también,   habían partido a la casa del Padre mis suegros:  Raúl Arturo Soria Paz y Josefa Vildósola de Galdiz. Unos años después los había seguido  María Esther Soria Paz. Y con el Tiempo Carlos Alejandro Soria Vildósola...

El Señor llamó luego a mi madre Hilda Rosa Peregrina Gottardi Marasso, que yo había traído desde Neuquén y poco después a su fiel asistente Luisa Painenau...


Pensé: Soy la última!... Dios me conceda  poder seguir viviendo aquí, en medio de mis recuerdos, cumpliendo la misión de seguirlos haciendo presentes hasta que llegue mi día!!...Ese es mi mayor deseo!!!...

Un sentimiento de dolorosa  impotencia y, al mismo tiempo de mansa aceptación, me embargó...

Esta había sido la casa de mis suegros. Con el correr de los años pasó a mi poder, pero yo la seguí compartiendo con ellos en mi corazón. Hace muchos años que no están con nosotros, pero dos grandes cuadros sobre la biblioteca del escritorio los mantienen siempre presentes presidiendo todo lo que sucede en esta parte de su familia. 

Miré hacia la escalera desde la pared de cuyo descanso parecían mirarme mis abuelos y las dos tías que tuvieron mayor influencia en mi vida.



En una pared del hall de arriba estaba la imagen del Sagrado Corazón...

... que perteneciera a María Esther Soria Paz. 


En el que fuera el dormitorio de mis hijos,que  conservaba los muebles que habían sido de los niños Soria Vildósola, ... 


... estaba el antiguo e importante cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que solía presidir el dormitorio de mi abuelita Adela.


Continué cerrando ventanas.. en el otro dormitorio estaban  la cama, las mesas de luz, el toilette, la banqueta  y el antiguo crucifijo que habían formado parte del dormitorio de mis suegros..



Al salir de allí mis ojos se fijaron en la hermosa "piedra" que atesoro, colocada sobre la pequeña mesita donde estuviera desde el día que llegara a nuestra casa alla por 1944. Mi papá la había encontrado en la cordillera de los Andes en la provincia de Río Negro. Había estado siempre como un adorno en casa de mi madre y vino a Sgo, del Estero con ella cuando la traje de Neuquén. Es muy bella. Cierto día, observándola con detenimiento, vi que en suparte inferior se distiguía claramente y sin lugar a dudas, la forma de una vértebra espinal... Temo que la "piedra" ha resultado ser un fósil...




Llegué luego  al que había sido el dormitorio de mi mamá, con el bello retrato ampliado  de su madre, mi abuela Rosita Marasso, y el enorme cuadro que estuviera en la cabecera de la cama de mi hermano Enrique que  mi mamá había querido conservar después de su muerte...

Yme acordé de mi abuelo Güerino Jerónimo Gottardi, el adorado padre de mi mamá  - mi querido "belito"-  al que apenas había llegado a conocer y al que, sin embargo,  recordaba con tanto cariño...




Pensé también en el gran crucifijo que recibe, en el hall de abajo, a quienes llegan a esta casa, que viniera de Rivadavia 290. Frente a ese Cristo crucificado nos habíamos arrodillado todas las noches mi abuelita Adela, mis tías María Teresa, Susana y yo, para rezar el Rosario  por el alma de mi padre, que a los 38 años nos había dejado hacía un año tan sólo y por mi abuelo Enrique...

Yo acababa de cumplir mis ocho años...  


Y mis pensamientos me llevaron a la pared del escritorio sobre la que el Dr Carlos Alejandro Soria Vildósola había querido colgar algunos de los diplomas distinciones y muestras de cariño que había cosechado durante el ejercicio de su profesión...

 


Sonreí al recordar que yo había colocado las fotos de sus padres de manera tal que pudieran ver estas distinciones y sentirse muy orgullosos de los triunfos  de su hijo...

 

Cuántos recuerdos!!!... Y cuánto quería yo esos recuerdos!!... pero no me quedaba otro remedio que desapegarme de todos ellos, me dije a mí misma con tristeza...

 Mirando a la cama de mi mamá. como si ella estuviera aún allí le dije: Te das cuenta mamá?  soy la última... Después de mí todo esto va a desaparecer... Las casas de hoy no tienen lugar para grandes cuadros ni grandes fotos, menos de gente del pasado... Además supongo que todos piensan que estas cosas no se usan ya... 

Permanecí un rato pensando en todo esto... tratando de grabar, en mi mente y mi memoria,mi casa, cada lugar y cada recuerdo... como si, al hacerlo, los fuese transformando en parte de la eternidad...   

Después con el alma llena de una serena y hasta dulce  melancolía me volví a repetir...Soy la última!!...