Carlos Alejandro Soria Vildòsola

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Lugar: Argentina

lunes, 29 de junio de 2020

UNA HISTORIA SUPER LINDA

Enero de 1985. Apenas pasada la fiesta de Reyes, Carlos Soria Vildósola decidió, imprevistamente, llevar a su familia a veranear a Brasil.
Cuando nos comunicó lo que había decidido, nos pusimos muy contentos, ya habíamos ido otras veces a ese pequeño pueblecito costero llamado Torres, al que cada vez concurría mayor cantidad de argentinos.
Había, sin embargo, un pequeño inconveniente: estábamos casi a la mitad de la primera quincena y no habíamos reservado alojamiento.
Para la decisión y el optimismo del jefe de la familia eso no era ningún obstáculo. Fue así que debimos preparar rápidamente nuestros equipajes mientras él llevaba el auto al mecánico de confianza para asegurarse de que estuviera en perfectas condiciones para viajar.
Al día siguiente, temprano, después de desayunar, emprendimos la marcha con el Ford Falcon bien cargado con cinco adultos, un niño de 9 años, el equipaje y los bidones con agua, Seven Up con hielo, el termo con café, los infaltables sandwiches y las golosinas que nos permitieran hacer la menor cantidad de paradas posibles.
Estábamos en enero, el calor arreciaba, el auto no tenía aire acondicionado, íbamos bastante apretados, pero todo lo soportábamos ante la perspectiva de pasar una larga temporada junto al mar. El viaje resultaba especialmente fatigoso para el único chofer que no tenía, por esa época, ningún hijo en edad de manejar. Afortunadamente era tan decidido y optimista como resistente.
Recuerdo que yo, cada vez que parábamos a cargar nafta, buscaba una ducha y me mojaba de pies a cabeza con ropa y todo para poder soportar el calor, el resto del pasaje era más estoico.
El viaje se complicaba un poco en territorio brasilero donde, además del calor, nos sorprendían con frecuencia breves pero intensas precipitaciones que volvían impotente al limpia parabrisas.
Faltaba ya poco para llegar a Torres cuando, Federico, mi hijo de 9 años que, por alguna razón había pedido llevar al cuello la Medalla Milagrosa, dijo: ¨Por qué no rezamos un Rosario para que la Virgen nos haga conseguir la misma casa se la vez pasada?¨- se refería a una casa muy bonita y cómoda que pertenecía a un diplomático que vivía en Brasilia y, los veranos que no venía a Torres, alquilaba la casa - Le dije: ¨No, que nos consiga la casa que Ella quiera¨- Y rezamos el Rosario.
Al llegar a destino, buscamos alguna casa que tuviera el cartel de "Alugase". Ya estaba oscureciendo y no habíamos encontrado donde pasar la noche, cuando mi esposo recordó al señor a traves de quien habíamos alquilado en temporadas anteriores. Sin pensarlo dos veces se dirigió a su casa. Él lo atendió muy amablemente y le dijo que ya no se ocupaba de eso pero que, casualmente, se había enterado que una señora vecina alquilaba su casa y le dio la dirección.
A la casa, de aspecto humilde, se accedía subiendo unos escalones que lo ubicaban a uno en un balcón terraza bastante amplio junto a la puerta principal.
Golpeamos y nos atendió una señora muy agradable que nos hizo pasar a lo que sería el comedor.
Cual no sería nuestra emocionada sorpresa cuando nos encontramos frente a una imagen de cartón de la Virgen de la Medalla Milagrosa que, desde una repisa, parecía estar dándonos la bienvenida, como diciendo:  "Adelante, esta es la casa que me pidieron y yo reservé para ustedes"...
Aunque sencilla, la casa era muy cómoda, tenía muchas habitaciones y estaba escrupulosamente limpia hasta en sus más pequeños detalles y quedaba a escasos cien metros de Praia Da Cal.
En ella pasamos un hermoso verano marcado por la bendición de María Santísima. Y no lo digo sólo por la elección de la casa, sino porque Ella nos salvó la vida a Federico y a mí:
"Cierto día, Federico y yo pensamos que caminar por el mar junto a la orilla, aunque estuviera la bandera negra, no podía entrañar ningún peligro. Eso hicimos hasta que, al llegar junto a unas rocas, vimos que había una zona un poquito más profunda. Sin alejarnos de la orilla, Federico que estaba aprendiendo a nadar decidió dar unas brazadas y yo, me acosté en el agua haciendo la plancha para mojarme la cabeza. Cerré los ojos un instante disfrutando de la agradable sensación de ser mecida por las olas. De repente quise ponerme de pie y cuando lo hice descubrí que ya no estaba junto a la roca sino mar adentro. Veía la playa lejos, no acierto a calcular la distancia, tal vez unos doscientos  metros... la playa se veía muy lejos...

Casi no hacía pie y la arena se desgranaba bajo la punta de mis dedos haciendo que me fuera hundiendo más y más. No atinaba a explicarme en qué minuto la corriente me había llevado hasta allí. No intenté nadar hacia la costa porque nado muy mal y lo único que hubiera logrado era hacer que la corriente me alejara aún más. Sentí que no tenía ninguna esperanza de salir de esa situación, entonces apreté con fuerza la imagen de María de la Medalla Milagrosa que llevaba al cuello, pensé en Federico: qué habría sido de él que estaba a mi lado?... Cerré los ojos, dije la única palabra que me salio: "María" y me preparé a morir...
Cuando abrí los ojos ya no estaba en medio del mar sino, inexplicablemente, junto a las rocas. Me sentía muy aturdida, automáticamente estiré las manos y trepe por las rocas a la playa. Iba a empezar a caminar hacia la arena cuando algo me detuvo, miré hacia el mar y vi a Federico luchando con el agua. Le di la mano para ayudarlo a salir y los dos muy callados caminamos hacia el lugar en que mi marido tomaba sol. Yo no escuchaba nada. Para mí la playa era un gran silencio. No se en qué momento pude volver a oir. Lo único que recuerdo es que me senté en la esterilla y recién me di cuentnta de que mis pies sangraban por los numerosos cortes que me habían hecho las rocas mientras trepaba sin que yo sintiera nada.
María, no solamente me sacó a mí del mar, sino que evitó que Federico, que estaba a mi lado, fuera también arrastrado mar adentro. Si eso hubiera sucedido probablemente no lo hubiéramos vuelto a ver...
Hoy, a mas de treinta años del suceso, recién se me ocurrió preguntarle :"Federico, vos viste cuando el agua me llevaba mar adentro?" me contestó: "Yo veía que te alejabas haciendo la plancha, el agua te subía y te bajaba y ya estabas lejos, pero creía que lo hacías a propósito y que ya ibas a volver. Nunca pensé que el agua te estaba llevando." Ysi yo demoraba en volver? :  "No se lo que hubiera hecho... A lo mejor me cansaba de luchar y me dejaba llevar..."
Al otro día quise volver al lugar en donde todo había sucedido, caminando por la playa llegué a las rocas. Jusro allí había un gran cartel que decía: PROHIBIDO BAÑARSE EN ESTE LUGAR. Nosotros no lo habíamos visto...
OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA GRACIAS POR HABER ROGADO POR NOSOTROS CUANDO RECURRIMOS A TI!!