Carlos Alejandro Soria Vildòsola

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Lugar: Argentina

miércoles, 9 de junio de 2021

LA RAMONITA

Corría el año 1967, mi familia y yo, venidos de Córdoba, aún vivíamos en la casa de mis suegros que habían tenido la gentileza de acogernos hasta tanto pudiésemos encontrar una vivienda adecuada para poder mudarnos.

María Alejandra, nuestra hija mayor, contaba por ese entonces con dos años, era una niña bastante tranquila, pero el segundo, Carlos Enrique, con sus vigorosos ocho meses, ya no quería estar quieto... 

Cierto día mi suegra me dijo : "Hija, necesitas una niñerita para que te ayude con los pequeños"... Fue así que Nélida, su cocinera,  nos vino trayendo a su hermanita de 11 años.

 Se llamaba Ramona Noemí Álvarez.

 Delgadita, blanca, pecosa, de bonitas facciones y hermoso y abundante cabello ondulado, la Ramonita se transformó en parte indispensable de la familia.

Durante los ocho años que vivió con nosotros ella no se separó ni por un instante de nuestros hijos: iba con ellos a todas las fiestitas a las que los invitaban y nos acompañó siempre en todas las salidas y viajes que hicimos con los niños. Fue así que recorrimos juntos desde Tucumán a Neuquén, pasando por Catamarca, Córdoba, Río Cuarto y La Pampa. Aparece  también  en las fotos que nos sacamos cuando fuimos a visitar las obras de construción  del Dique El Chocón. 

Muy simpática, sociable y desenvuelta, era famosa y querida por todos en el barrio y entre los visitadores médicos que la llamaban :"la chica del doctor".

Antes de que naciera nuestro último hijo, Federico José, se casó y fue a vivir con su marido con quien tuvo varios hijos, pero siempre se mantuvo en contacto con nosotros al punto que nuestra familia apadrinó a todos sus niños a excepción de la última.

Fue en 1987, cuando ya hacían 13 años que  no estaba con nosotros que, a poco de nacer su  última niña, la Ramonita enfermó.  Tenía fiebre por lo que la llevaron al hospital neumonológico pensando que sería de sus pulmones. Allí debieron hacerle los estudios y, en vista de que su problema no era pulmonar, algunos días después la derivaron al Hospital Regional.

 Allí la operaron para sacarle un ovario, al parecer muy infectado. Al operarle descubrieron que la infección era generalizada y, pensando en que era imposible salvarla, sólo le hicieron unos puntos para cerrar la herida y la dejaron en la certeza de que no tardaría en morir.

Cuando me avisaron fui a hablar con el médico quien me dijo que no albergara ni la más mínima esperanza porque era absolutamente imposible que se salvara. Que tenía una sepsis generalizada que había tomado todos sus órganos y se estaba muriendo.

Cuando salí del consultorio mi mente estaba como en blanco. Me encontré allí con el marido y el hijo mayor y recuerdo que les pregunté: "saben rezar?", me contestaron que no. Les dije:  Digan así "Dios, salvala a la Ramona" pero díganlo!!.

Por esa época yo asistía a un grupo de oración que se reunía en la casa parroquial de la Iglesia Catedral, pedí a mis compañeras que oraran por la Ramonita, También mi hija Alejandra pidió oración en su grupo y otra chica llevó el pedido a otro grupo de oración.

Para Dios no hay imposibles!! 

Contra todos los pronósticos de la ciencia, la Ramonita se recuperó y aunque tuvo que ponerse después una malla para contener la eventración causada porque no le habían suturado bien la herida, quedó, por lo demás, perfectamente y hoy ya es abuela...

GLORIA AL SEÑOR!!  

Recuerdo que, una vez recuperada, ella un día me contó: "Señora,  durante mi operación yo, desde el aire veía que allá abajo me estaban operando. Después vi un hermoso jardín en donde estaba mi papá y otra gente de mi familia. Yo quise entrar en el jardín pero mi papá se puso en la entrada y no me dejó. Yo no podía hablar, pero con la mirada le preguntaba Por qué?... Por qué no puedo entrar? ... Él no decía nada, pero poniendo sus manos en mis hombros me empujaba hacia abajo... Hasta que, al fin, me desperté en mi cuerpo..."

(La Ramonita había querido  mucho a su papá que había fallecido cuando ella contaba doce o trece años)

Nos quedamos mirándonos sin decir palabra ante lo que no podíamos explicar con certeza... 

 "Que suerte, Ramonita, - atiné a decirle luego - qué hubiera sido de tu bebé si te quedabas en el jardín?"... y nos echamos a reir...