Carlos Alejandro Soria Vildòsola

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Lugar: Argentina

jueves, 13 de febrero de 2025

LA PLAZOLETA 27 DE ABRIL DE LA CIUDAD DE SGO. DEL ESTERO, ARGENTINA (Casi un siglo en la vida de ¨nuestra placita¨)

• SU UBICACIÓN: La Plazoleta 27 de Abril, llamada así en recuerdo del día de la Autonomía Provincial, está limitada por las calles: Salta, al norte; Perú, al este; Pellegrini, al sur; y por el Pje. Diego de Rojas, al oeste. Por el año 1930 era un espacio verde iluminado por cuatro columnas con luces, dispuestas de norte a sur y separadas entre sí por unos 30 metros. Bordeada de casuarinas y con sus senderos de tierra, ofrecía un aspecto muy distinto del actual. En sus tradicionales bancos de hierro y madera, las personas mayores gustaban sentarse a tomar el sol de las siestas de invierno. Por ese entonces en que la vida era diferente, todos los vecinos se conocían, se estimaban y disfrutaban juntándose a conversar mientras los más pequeños jugaban... Parecía que formaban una gran familia y que la plaza era como un patio comunitario... Era la época en que nadie cerraba con llave la puerta de calle durante el día... • SUS VECINOS: El 27 de abril de 2010, con motivo de la celebración del bicentenario de nuestra Patria, siendo gobernador de la provincia el Dr. Gerardo Zamora e intendente de la ciudad Capital el Sr.Hugo O. Infante, se inauguraron importantes mejoras que han cambiado radicalmente el aspecto de nuestra querida ¨placita¨, como siempre la hemos llamado. Fue en esa ocasión que nos pusimos a recordar los tiempos pasados y toda las personas que vivieran alrededor o en las proximidades de la placita, muchas de las cuales han dejado su impronta en los distintos aspectos de la vida santiagueña: en la política, en la justicia, en la educaciòn, en la salud, en la poesía, en la literatura, en la música y también en el comercio, en el transporte y en la vida social. Hablamos de unos 80 años atrás, época en que • la familia Soria-Vildósola vino a vivir frente a la misma, ocupando la casa que fuera de los Palomo Albornoz, en la esquina noroeste de la intersección de las calles Salta y Perú (años más tarde se mudaría a la casa propia que hiciera construir en el 170 del Pje. Diego de Rojas). • Al oeste de los Soria-Vildósola, sobre la calle Salta, estaba la propiedad de la familia Rivadavia, De cuyo seno saliò el copiloto mecànico que aconpañabaa NardoAnelli yque, junto con este, muriò en viaje de regreso de Catamarca, en el aviòn *Waco* despuès de una tarea solidaria de bùsqueda de extraviados en el cerro (Segun recuerda el C.P.N. Guido Salvatierra Raimondi) Esta propiedad fue luego habitada por la familia García y, más tarde, ya dividida en dos lotes, pasó a pertenecer: el ubicado más hacia el este, al Dr. Pascasio Lludgar, médico de la policía; y el que estaba hacia el oeste a Halil Amado Chara, muy conocido comerciante en telas, cuyo establecimiento - Casa Chara- fuera y es tradicional en la ciudad por la variedad y calidad de sus telas, asì como por lo moderado de sus precios • Siguiendo hacia el oeste por la calle Salta, estaba la casa de la familia Saavedra, ocupada después por los Abdenur, y donde, en la actualidad, esta ZONA D, el negocio de la familia Saad. • Pegado a lo que es actualmente *ZONA D*, siempre hacia el oeste, vivía el matrimonio formado por don Josè Kobilansky, persona de gran cultura y doña Anita Castagno, dueña de una especial simpatìa y encanto: fundadores de un colegio llamado *Instituto Sarmiento* • Al este de los Soria-Vildósola, siempre sobre Salta pero cruzando Perú, ocupando la esquina noreste de la intersección Salta-Perú, estaba la propiedad que pertenecía a don Vicente Rufino - don Vichi como le decían todos - italiano, zapatero, muy popular y querido , a quién le encantaba conversar, acordarse de su país, y contar anécdotas de la guerra de la que había venido huyendo. • Frente a la casa de don Vichi, cruzando Salta, la esquina sureste de la intersección Salta-Perú estaba ocupada por la cancha del Santiago del Estero Basketball Club, que tenía su acceso por la calle Salta, lugar a donde todos los chicos del barrio iban a jugar. Tiempo después se loteó y sus lotes, de norte a sur, fueron adquiridos: el primero por Rasquides, que construyó una casa de Dptos., con un local en la planta baja donde, durante mucho tiempo funcionó el ¨mercadito¨ de la familia Mattar, lugar en que se podía conseguir desde carbón hasta caramelos, desde galletas hasta milanesas de pollo y desde lácteos hasta verdura . En la planta alta, sobre el ¨mercadito¨ estaba el Dpto. donde por un tiempo vivió la familia De La Cruz. El lote siguiente lo compró Aranovich, después vivió en esa propiedad don Wadi Mulki. Y el tercero, la familia del Dr. Luna, odontólogo, quién, además de su casa de familia, instaló allí su consultorio. A su muerte, su hija, también odontóloga, continuó usando el consultorio de su padre. • Siguiendo hacia el sur por calle Perú, estaba la casa de la familia Zalazar Palomo, solar en donde luego funcionó un estudio jurídico y, actualmente hay un gimnasio. • A su lado, siempre hacia el sur, vivía el Procurador León Kant, alemán; a su muerte el Sr. Hugo Castro compró la propiedad, que es en la que hoy esta POLLOS SAN TELMO. • A continuación estaba la casa de la familia Salvatierra Raimondi - formada por los esposos Josè del Carmen Salvatierra y Aurora Emilia Raimondi, y sus hijos: Amanda Aurora (1922), Arnaldo U. (1924) y Guido A. (1929), quien serìa luego Intendente de la ciudad capital- esta casa estaba situada en el 155 de la calle Perù, y fue mas tarde habitada por la familia Pulvet. • Seguía la Pompa Fúnebre de Rasso. El Dr. Raùl A. Soria recordaba el esmero conque se preparaban las carrozas cuando habìa algùn entierro, con sus briosos caballos negros perfectamente cepillados, con las crines peinadas y los cascos lustrados. Luego funcionó allí una oficina de la Empresa Bartolomè Mitre - después Cadol - y, más tarde, pasó a pertenecer a los Parnás, dueños de la droguerìa del mismo nombre. • A su lado estaba la casa de la familia de don Josè López y Marìa Lidia Moreno Guzmán, actualmente garaje de Parnás y, siguiendo, la casa de familia de don Pablo Parnás - dueño de la droguería Parnàs- uno de cuyos hijos- el Dr. Israel Parnàs - serìa, años màs tarde, Consejal durante la Intendencia del Dr. Josè Marìa Cantizano . • Más hacia el sur vivía la familia del eximio pianista don Segundo Genero - cuyo nombre lleva hoy un conservatorio - casa en donde vivió luego la familia Lucatelli; después la familia Rufail y finalmente la familia Abdenur. • Colindando con esta propiedad estaba la casa de la familia Olivares, dueños de una armería y venta de instrumentos musicales, quienes compraron el terreno a la familia Paz. • La cuadra terminaba con el extenso predio que pertenecía a la familia del Dr. Oscar Paz, médico pediatra, que, abarcando toda la esquina, tenía su entrada por calle Pellegrini. El Dr. Oscar Paz vivía con su madre, su hermana Aurora y su hermano Manuel Paz, que fuera Ministro de Hacienda durante el gobierno de Eduardo Miguel. • Frente a la casa del Dr. Oscar Paz, en la esquina sureste de la intersección Perú-Pellegrini, estaba la Empresa de Transporte Colectivo de don Sebastiàn Fiorini y don Juan Riera - que en 1949 pasó a llamarse LA UNIÓN - Esta fue la primera cooperativa de transporte del país con matrícula triple cero ( ... El 13 de octubre de 1949, a las 17, un camión cisterna de 7000 litros , que venía a abastecer a las unidades de la misma, explotó por causas desconocidas , provocando una tragedia en la que murieron cuatro bomberos, dos policías, dos adolescentes, y una empleada de servicio doméstico, dejando un saldo de más de cien heridos. El último en morir fue el jefe de bomberos, con lo cual los muertos sumaron 13 en total. En el extremo sur de la placita estaba el quiosco de madera del Sr.Araujo, que también fue consumido por el fuego, lo mismo que el edificio donde funcionaba la Imprenta ^El Cóndor^, en la esquina suroeste de la intersección Pellegrini - Perú , propiedad del Sr Storch, ... (Recuerdos del Arquitecto Vìctor Gonzàlez - que vivía sobre calle Salta entre Perú y Roca - quien, con la curiosidad de los jóvenes, se acercó a presenciar el siniestro y terminò con su ropa tostada por el intenso calor). • Frente a la Empresa ¨La Unión¨, cruzando Perú, la propiedad que ocupaba toda la esquina suroeste de la intersección Perú-Pellegrini pertenecía al Sr. Storch. Allì funcionò un tiempo la Imprenta El Còndor y, después una importante casa de venta de artículos para el hogar llamada FRA.SO.GO. (de Enrique Josè Fraguas, Rodolfo Ernesto Soria y el Dr. Horacio Godoy) que la ocupò durante muchos años, gozando de gran prestigio hasta que la sociedad se disolvió. • En la esquina formada por el Pje. Diego de Rojas y calle Pellegrini, donde actualmente está IOA, había un extenso predio que pertenecía a don Jimènez Maranzano, en este amplio baldío tenia su taller don Luis Bettoni, probablemente de origen chileno- ex boxeador de la época del 30, junto con *Hinojos*Torrijo (padre de *Papilo*) y el *gallego* Miguel Gonzàlez (tío del arquitecto Víctor Gonzàlez)-. Don Luis Bettoni se dedicaba a la construcciòn de camas y de elásticos metálicos para las mismas. Con el tiempo Jimenez Maranzano decidió vender su propiedad y la dividió en cinco lotes: el que abarcaba la esquina fue comprado por el Dr. Manuel A. Díaz - abogado- primer Presidente de la Corporaciòn del Rìo Dulce, creada durante el gobierno del Dr. Benjamín Zavalìa). Propiedad, esta, que en la actualidad pertenece a su hija Ana María Estela Díaz . Continuando con los lotes que daban al Pje.Diego de Rojas, el segundo fue adquirido por el Dr. Jorge Miguel - que fuera Juez Federal y Camarista Federal - quien luego lo vendió al CPN Alfredo Allub, que lo conserba aún; y al tercero lo comprò el Sr. Manach. Esta última propiedad fue luego habitada por la familia Mulki - dueños de Rafik, restaurante y venta de comidas árabes - y, actualmente pertenece al Dr. Ricardo Neme, bioquímico. De los lotes que daban a la calle Pellegrini, Jimènez Maranzano se quedò con el contiguo al del Dr. Dìaz, donde edificó. Al otro que quedaba más hacia la calle La Plata, se lo vendió a Mulki. • Siguiendo hacia el norte por el Pje. Diego de Rojas, venía el domicilio del Dr. Arold Wesber Juan Mayuli, médico - padre del Dr. Hilton Mayuli, quien, junto con el Dr. Martín Costas, trajeron al mundo a la mayoría de los niños nacidos entre 1960 y 1980 en nuestra ciudad - Los Mayuli se mudaron luego a la calle Roca y la casa fue ocupada por la familia Pérez Carletti; luego la compró el Dr. Héctor Contato, destacado médico otorrinolaringólogo. A su muerte los herederos la vendieron al comerciante Pedro Mulki. • Al lado del Dr. Mayuli vivía la familia Álvarez, domicilio que después pasó a pertenecer a la familia Villanueva. • Lindando con los Álvarez, vivía la familia del Sr. Traine - que fuera secretario del Juzgado del Crimen - Fue en esa casa en donde, años después, vinieron a vivir los Paz Saavedra, una de cuyas hijas se casó con Rogelio Rodríguez y la otra con Oscar Rezola. Ambas familias siguieron viviendo en la propiedad por muchos años: los Rezola, en la planta alta; y los Rodríguez, en la planta baja. Actualmente uno de sus descendientes, el Dr. Guillermo Rezola, abogado, tiene en ella su estudio. • Luego seguía el solar de la familia García, adquirido en 1942 por don Benigno Fraguas, quien, luego de las necesarias modificaciones, puso allí su escritorio de representaciones comerciales. Más tarde pasó a poder de su hija Sara Josefina y de su esposo el Dr. Carlos Raffa -excelente médico cirujano infantil - quienes construyeron en ese lugar la casa en la que aún viven. • La propiedad del lado- siguiendo hacia el norte - pertenecía a la familia Domínguez Espeche, que tenía tres hijos: Jorge, mèdico, que vive en Córdoba y dos hermanas.(Una de ellas se casó con el arquitecto Prados e hizo su casa sobre calle Salta apenas doblando la esquina que forma Salta con el Pje. Diego de Rojas) La casa de los Dominguez Espeche fue comprada después por el Dr. Edgar Saad, abogado, cuya familia aún la ocupa. • A continuación estaba la casa de la familia de don Benigno Fraguas y María Sara Vildósola, que fuera adquirida por don Benigno Fraguas antes de su matrimonio, en el año 1928. Uno de los hijos de este matrimonio- el C.P.N. Lino Benigno Fraguas - serìa, años màs tarde, Subsecretario de Economìa y despues Ministro de Economìa durante la gestiòn del gobernador Uriondo. Cuando los Fraguas Vildòsola se fueron a vivir a Buenos Aires - en 1949 - el inmueble fue comprado por el Dr. Horacio Germinal Rava - abogado que fuera Fiscal de Estado y destacado escritor santiagueño - y mas tarde la heredó su hijo, Raúl Horacio Rava, abogado también, cuya familia sigue viviendo allí. • Después venía la casa de don José del Carmen Guzmán, cuya hija María Esther se casó con Alberto Lòpez Lobo y siguió viviendo en la casa paterna. De este matrimonio nacieron dos hijas: María Esther (Pampi) y María Esperanza Guzmàn López, quienes vivieron con sus padres hasta que ambas se desposaron. Pampi contrajo nupcias con el Dr. Mario Navarro, abogado, y la familia Navarro - Guzmàn López continuó viviendo en la propiedad hasta que todos los hijos formaron sus hogares en otros lugares del país y del extranjero. En la actualidad la planta alta fue comprada por el Dr. Mario Basbús, abogado; y la planta baja pertenece al Dr. Julio Abregú, médico cardiólogo. • Luego venía el extenso predio que pertenecía al Dr. Santiago Dardo Herrera, abogado, que comprendía la casa que es actualmente de los Ferreyra Lesye - cuyas rejas aún conservan las iniciales SDH - (casa en la que, antes que los Ferreyra Lesye, viviera la familia Perversi, dueños de una pompa fúnebre); la casa de la Dra. Rigourd, médica, y la propiedad de la Dra. María Pía Billoni, odontóloga. Ubicada esta última en donde era el gallinero de la casa paterna, la mandó construir el Dr. Herrera hijo, abogado también, que instaló allí su estudio jurídico y vivió en ella con su familia y después solo, hasta que decidió venderla hace pocos años. • Junto al Dr. Herrera edificó su morada el matrimonio formado por el Dr. Raúl Arturo Soria (abogado, juez del crimen, presidente del Superior Tribunal de Justicia de Sgo. del Estero) y la Sra. Josefa Vildósola (la Sra. Pepita, como le decían todos), educadora muy querida y recordada por su don de gentes, su simpatìa y su dedicaciòn a la docencia, quien fuera luego directora de la Escuela Normal de Profesores ^Manuel Belgrano^. Con el paso de los años, la propiedad pasó a manos de su hijo, el Dr. Carlos Alejandro Soria Vildósola, destacado médico dermatólogo, cuya familia aún la conserva. • La propiedad contigua pertenecía a la familia Farías Barrera. Comprendía dos casas: la que estaba más hacia el norte era habitada por los propietarios; a la otra, la que colindaba con los Soria Vildòsola, la alquilaban (esta era una casa con el típico frente de las casas de principios de siglo , con su puerta central flanqueada por dos puertas ventanas con sus correspondientes balcones. La misma fue luego demolida cuando se vendió la propiedad). En ella vivieron: Blanca Irurzun, poeta y escritora santiagueña; la familia Zaín; la familia Perfumo; el excelente y muy recordado médico clínico, Dr. Livio Del Vito; la familia Jozami; la familia de la Dra. Teresa Mocky, médica psiquiatra; y, ùltimamente, la profesora de música Cristina Vale. Fallecida la Sra. de Farías Barrera la propiedad fue adquirida: por el abogado Daniel Saad, la parte en la que ahora está MANINA; y por el ingeniero Guillermo Neme, el resto. • Pegado a lo de Farías Barrera había un lote perteneciente a un señor de apellido Vandeli, que fue comprado luego por don Enrique Méndez, comerciante - dueño de la zapatería Méndez, en su tiempo, una de las principales zapaterìas de la ciudad - quien edificó allí la casa en la que vivió hasta su muerte; después pasó a pertenecer a su hijo, que la modificó y moró en ella mucho tiempo con su familia. Cuando ellos construyeron una nueva casa en la Av. Belgrano, la vendieron al Ing. Guillermo Neme, quien la ocupa en la actualidad • Por último, en la esquina que forma el Pje. Diego de Rojas con la calle Salta, construyó su casa el Dr. Horacio Godoy -médico - y pertenece aún a su familia. • SUS CAMBIOS: Haciendo memoria de los cambios que había sufrido la placita desde que vinimos a vivir frente a ella, recordamos que: • durante la intendencia de don Sebastián Ábalos se había mandado construir, en el centro de la misma, una fuente redonda que en su momento tenía agua y creo que llegó a tener peces de colores. (Don Sebastiàn Abalos casi podía ser considerado un vecino de la placita, ya que vivía en el 165 de la calle La Plata). Con el paso de los años la fuente se deterioró y fue desarmada en esta última remodelación. • Tiempo después, alrededor de 1960, en vista de que la oscuridad se había adueñado de la placita y la intendencia no contaba con recursos para mejorarla, los vecinos decidieron tomar ellos la iniciativa: hicieron una colecta para comprar las luces de mercurio - toda una novedad para la época - y el cableado necesario. Pidieron al gobierno de la provincia que les donara las piedras para las veredas - era gobernador en ese entonces el Dr. Benjamín Zavalía y ministro de obras públicas el Ingeniero Jorge Soria - La donación fue concedida y la Municipalidad - a cuyo frente estaba el Dr. José María Cantizano y como consejal el Dr. Israel Parnás - puso la mano de obra. La placita lucía remozada con sus flamantes veredas y sus brillantes luces. Los placeros, mañana y tarde, lavaban las veredas para que los niños pudieran jugar sobre superficies limpias. • El 27 de abril de 1962, la Direcciòn Gral. de Cultura de la Provincia, en ese entonces a cargo del actual Pàrroco Emèrito de la Iglesia Catedral Basìlica, Pbro. Gerardo D. A. Montenegro Bravo Hernàndez - quien no habìa abrazado aùn el sacerdocio - descubriò una placa , ubicada hoy en el centro de la plazoleta , que reza lo siguiente: * 1820 - 27 de abril - 1962 - Recuerdo y gratitud a los patricios santiagueños por el acto de civismo y ejemplar decisiòn que, con alto sentido federalista, nos legò una provincia autònoma en legìtimo derecho de Madre de Ciudades que amò a sus hijas pero no tolerò sometimientos injustos.- Pbro. Manuel Farìas, Juan J. Dauxion Lavaisse, Pedro I. Rueda, Fernando Bravo, Manuel Alcorta, Martìn De Herrera, Mariano Santillan, Dionisio Maguna, Manuel G. Caballero, Pedro Pablo Gorostiaga, Pbro. Josè Maldonado .- Homenaje de la Direcciòn de Cultura de la Provincia.- Sgo. del Estero 22- V - 1962 * • Corrían los años setenta cuando, siendo intendente el CPN Guido Salvatierra Raimondi, el arquitecto Víctor González, por ese entonces Director Suplente de Parques y Paseos, en reemplazo del arquitecto Guillermo Voget, para evitar que los chicos rompieran las plantas de la placita al jugar a la pelota, decidió hacerles una mini cancha de fútbol, con sus correspondientes arcos. Estaba destinada a los niños entre cinco y diez años, demasiado pequeños para ir solos a jugar a un club. Instaló además una zona de juegos infantiles. Todo marcho muy bien en un comienzo. Los chicos encantados. Hasta que un grupo de adolescentes de las cuadras vecinas - como sucede siempre con los niños -desplazaron a los pequeños y se adueñaron de la canchita. Ellos no tomaban conciencia de que estaban demasiado crecidos para las dimensiones del campo de juego por lo que, sus pelotazos, trascendiendo con holgura los límites del mismo, iban a estrellarse violentamente contra las paredes, puertas y ventanas de las casas vecinas y también contra los automóviles estacionados, con el consiguiente disgusto de los propietarios. Tampoco se salvaban los transeúntes, los pequeños que andaban en bicicleta por las veredas, ni los mayores que tomaban sol en los bancos • Por esta razón la canchita debió ser levantada y el lugar volvió a ser un cantero verde con plantas. Sólo se dejaron los juegos infantiles que, con el tiempo, se fueron rompiendo... • El 13 de octubre del año 2009, la Policìa de la Provincia honrò a sus muertos en el accidente del 13 de octubre de 1949 levantando, el el extremo sur de la placita, lugar del suceso, un monolito con una placa recordatoria en la que se lee: * Al conmemorarse 60 años del siniestro que cegò la vida de seis policìas y dos jòvenes adolescentes que colaboraron con inconmensurable valor para sofocar un incendio de un camiòn cargado de combustible sobre calles Perù y Pellegrini en procura de lograr la protecciòn de sus conciudadanos : Sgto Primero Segundo Gregorio Pesce, Cabo Marcial Padilla, Cabo Daniel Vega, Cabo Justo Pavòn, Cabo Martìn Bolañez, Cabo Felipe Benicio Molina, Carlos Eduardo Barrionuevo, Vìctor Gorostiza - 13 de octubre de 1949 - Policìa de la Provincia de Sgo, del Estero - * Los chicos crecieron y se fueron... La placita estaba triste y un poco abandonada. Hubo algunos tímidos intentos de hacerle algunas mejoras que no duraron. Recién ahora la vemos realmente reluciente, con sus veredas nuevas y sus 26 columnas con farolas que suman su luz a las dos columnas con reflectores que iluminan con especial intensidad la zona de los juegos infantiles; y rogamos a Dios que la gente la sepa cuidar como ella se merece después de haber cobijado al menos a dos generaciones de niños que hoy ya son hombres y mujeres que han formado sus familias, pero que no creo que puedan jamás olvidarse de la placita de su niñez..

miércoles, 4 de diciembre de 2024

LOS VILDOSOLA IZURCO - GALDIz LANDETA

Fue en la segunda mitad del siglo IXX cuando, Don Pedro Vildósola Izurco (hijo de Esteban Vildosola, oriundo de Otañez y de Joaquina Izurco), su esposa Josefa Arizmendi, de origen asturiano ella, y su hermano menor José Alejandro (nacido el 03/05/1864), decidieron dejar su Castro Urdiales natal, en el país Vasco, para probar suerte en el nuevo continente. Fue así que llegaron a la República Argentina, más precisamente a un pequeño poblado que se estaba formando próximo a las vías del ferrocarril, y que por ese entonces se llamaba Estación La Banda en la Provincia de Santiago del Estero.------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------ Allí compraron un extenso predio que comenzaba en la calle España, abarcaba todo lo que hoy es el Club Olímpico y daba una vuelta en ele para terminar saliendo por la calle 25 de Mayo, la cual es paralela al ferrocarril. Necesitaban este predio amplio porque pensaban dedicarse al comercio transportando mercaderías en carretas a los distintos puntos del interior de la provincia. Es así que en ese terreno fijaron un lugar para las carretas, otro para los corrales y los establos, y, sobre la calle 25 de Mayo, construyeron la casa habitación al lado de la cual había una amplia entrada para el tránsito de las carretas que salían y entraban desde y hacia la calle mencionada. Luego de años de trabajo arduo se transformaron en vecinos muy reconocidos de una condición económica mas que acomodada.-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Por la misma época, es decir, en la segunda mitad del siglo XIX pero en Bilbao, Don Daniel Anselmo de Galdiz y Aurecoechea, marino de aristocrática estirpe, con su cuñado, Pedro Vicente Landeta Cortazar, estaban planeando abandonar España para dirigirse al nuevo mundo impulsado tal vez por la inestable situación política de su país en aquel momento. Cuando su esposa Pepita (Josefa Martina Landeta Cortázar, hija de Josefa Martina Cortázar Mendiola, hermana de Pedro Balentín Cortazar Mendiola, abuelo éste del escritor Julio Florencio Cortazar) se enteró de estos planes, se opuso rotundamente manifestando que de ninguna manera pensaba dejar su posición social, sus comodidades y la buena vida que llevaba en España para arriesgarse en una aventura de resultados inciertos y menos llevando a sus dos pequeñas hijas (Josefa Martina, a quien llamaban Martina, y María Julia). La madre de Pepita, una señora de carácter fuerte y de principios muy rígidos, al escucharla, le dijo en forma terminante: "hija, una mujer debe seguir a su marido a donde quiera que vaya". Ante esta decisión tan lapidaria de su madre, Pepita no tuvo más remedio que agachar la cabeza y acceder y fue así que partieron hacia el nuevo continente. Por esas cosas de la vida, también eligieron como destino a la República Argentina, radicándose en la por aquel entonces llamada Estación La Banda donde adquirió una propiedad situada sobre la calle 25 de Mayo, justo en medio de la de Don Pedro Vildósola y la de don Héctor Soria que ocupaba la esquina formada por las calles 25 de Mayo y España. Fue aquí que nacieron sus otros tres hijos María Luisa (macuca), Daniel y Aidé, hijos argentinos. El cambio de vida para Pepita y sus hijas fue terrible. No podían adaptarse a esta nueva realidad. Luego de haber tenido una hermosa casa con personal doméstico de uniformes impecables y delantales almidonados, ahora tal personal doméstico eran mujeres medio indias un poco mal vestidas y peinadas, de poca higiene y de un bajo nivel cultural. Después de estar acostumbradas a formar parte de un círculo social refinado el venir a un pueblo rustico como La Banda fue algo que las hizo sufrir mucho. Los nacidos ya en estas nuevas tierras no podían comprender a sus hermanas y se burlaban de ellas diciéndoles que en España serían muy señoritas pero que aquí eran simples inmigrantes. Con el tiempo, la hija mayor, Josefa Martina, se enamoró del hermano menor de los Vildosola Izurco, José. Fue así que, teniendo ella quince años y él treinta y dos, contrajeron matrimonio en fecha 24/05/1896. Respecto de los otros hijos del matrimonio Galdiz Landeta, la segunda, María Julia, no se casó y, cuando lo hizo su hermana menor, se fue a vivir con ella hasta su muerte. La que sigue, María Luisa, quien murió muy joven, se casó con un señor de apellido Truco que tenía una empresa de camiones para transporte de mercadería a distintas partes del país. María Luisa no tuvo descendencia y se quedó a vivir en la casa paterna, de la calle 25 de Mayo de La Banda, cuando sus padres se radicaron en la ciudad de Santiago del Estero. Poco tiempo después, abrumada por los celos, se quitó la vida. El cuarto hijo, Daniel, fue a estudiar abogacía a Buenos Aires, y luego fue nombrado juez en la ciudad de General Pico; se caso con una señorita de apellido Beltrán, pariente de los Beltrán Neirot, y con ella tuvo tres hijos, Lino, Daniel y Ema (Yemita). Al fallecer Daniel, su esposa dejó la provincia de La Pampa y se fue a vivir a Buenos Aires. Por último, la menor de las hijas del matrimonio Galdiz Landeta, Aidé, viviendo ya con sus padres en Santiago del Estero, se casó con un abogado llamado Aristóbulo Rojas y tuvo tres hijos, Aidé Beatriz (Pochola) la mayor, la seguía Justa Pastora (Morena, casada con Marcelo Barneche y tuvo una hija y un hijo) y el tercero Aristóbulo (Chocho y tuvo tres hijos varones) Rojas Galdiz. Los abuelos Galdiz Landeta al parecer vivieron hasta poder ver a sus nietas mayores adolescentes.---------------------------------------------------------------------------------------------------------------- En cuanto al hermano de Josefa Martina Landeta Cortázar, Pedro Valentín Landeta Cortázar, venidos juntos de España, se casó en la ciudad de Santiago del Estero con Fortunata Cesar Robledo, siendo sus dos hijos María Ines Landeta Cesar y Pedro Landeta Cesar (Pedrito). María Ines Landeta Cesar, pianista, se casó con Manuel Gómez Carrillo, musicólogo y compositor, y tuvieron varios hijos. La primera, Inés Gómez Carrillo Landeta Cesar, pianista de fama internacional. La siguieron, Carmen, quien estudió filosofía, Manuel, estudiante de abogacía, Julio, estudiante de medicina y por último Jorge, estudiante de ciencias económicas, quienes formaron un cuarteto de canto a capela que se llamó El Cuarteto Gomez Carrillo, del cual se decía que, por la década del 50, se los consideraba como uno de los más perfectos del mundo. Cuando ellos se recibieron de sus respectivas carreras, dejaron ya el canto de lado para dedicarse a sus profesiones. El matrimonio formado por Josefa Martína Galdiz Landeta y Don José Vildosola Izurco tuvieron varios hijos. La primera, Josefa (Pepita), la segunda, Argentina (Negra), el tercero, Raúl (Pila o Vildo), la cuarta, María Sara, y el quinto, Pedro (Perico). Cuando estos hijos eran aún muy jóvenes su padre se enfermó de tuberculosis, y dada su posición económica más que solvente, decidió viajar a Europa junto a su esposa para hacerse tratar en un sanatorio de Suiza, que era lo más adelantado en la materia que existía en esa época. Así pasaron varios meses en los Alpes mientras tanto sus hijos quedaron a cargo de sus tíos Pedro y Josefa. Aprovecharon este tiempo para visitar a sus parientes en España. Luego volvieron a la Argentina y, habiendo José mejorado, pero no curado, ya que aún no existía cura para esta enfermedad, vivió cuatro años más hasta que falleció en 1919 (nueve años antes de que se casaran sus hijas mayores, por lo que no pudo conocer a sus nietos). Sus restos fueron llevados al panteón de los españoles del cementerio de la ciudad de La Banda. Luego de que sus hijas se casaron, Martina Galdiz Landeta vivi+o un tiempo en la casa de cada una de ellas hasta su muerte en junio de 1968.---------------------------------------------------------------------------------------- El matrimonio de Pedro Vildosola Izurco y Josefa Arizmendi no tuvieron y, al moriro Pedro, ella volvió a radicarse en España. Sus sobrinos nietos recuerdan que una vez volvió a la Argentina a visitarlos.---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Con el tiempo, Pepita, la mayor, se casó con su vecino Raúl Arturo Soria Paz, hijo de don Héctor Soria y de doña Segunda Paz, el 19/01/1929 y se radicaron en el Pasaje Diego de Rojas de la ciudad de Santiago del Estero y tuvieron tres hijos, Raúl Héctor José (Chinchín, bujones), Carlos Alejandro (Bocha, Lagorio, Cachito, Umalo) y Rodolfo Ernesto (Rofi, Yorno, Cochon) Soria Vildósola.-------------------------------------------------------------------------------- Argentina Vildósola se casó con Umberto Grimaldi, hombre de estatura elevada y modales y costumbres refinados, de nacionalidad italiana por haber nacido en el barco que traía a su familia desde Italia. Vivieron en la heredad de los Vildósola Izurco. Humberto Grimaldi se educó en nuestro país, no sabemos a ciencia cierta que estudios cursó, pero si conocemos acerca de su vasto conocimiento referido a la construcción de edificios, tanto es así que, alrededor de 1960, cuando el padre Augusto Scatolón estaba haciendo construir el templo de Cristo Rey, éste se encontró con serios problemas de acústica y Umberto Grimaldi le dio las indicaciones precisas para poder solucionar este inconveniente. Umberto amaba la música clásica, la única que se escuchaba en su casa, y su hija menor recuerda que, mientras su padre vivía, en la mesa se ponían siempre tres copas y muchos cubiertos y que las empleadas debían ponerse un delantal almidonado y guantes para servir la mesa. Asimismo, recuerda su hija que, tanto a su hermana como a ella, se les exigía un comportamiento muy formal durante las comidas, y. si por alguna razón no se portaban como correspondía, su padre no dudaba en decirle: "señoritas retírense de la mesa" y debían hacerlo sin importar si habían comido o no. Así también comenta que su padre supo contarles que su abuelo y el abuelo de Rainiero Grimaldi habían sido hermanos pero que las familias se habían mantenido separadas. Tenían en la casa un hermoso papagayo que había aprendido a hablar y a cantar en italiano, y que avisaba cuando venía algún pariente al que reconocía diciendo "mamá (refiriéndose a Argentina Vildósola), Pepita, Pepita" o el nombre de quien llegaba. Umberto era también muy afecto a la carpintería por lo que en su casa montó un pequeño taller a tal fin dotado de máquinas especializadas. En cierta ocasión, su sobrino Carlos Alejandro Soria Vildósola, quien era fanático de los zapatos bien lustrados y con brillo, le pidió que le enseñara a hacer un cajón de lustrar como el que usaban los lustradores en la calle. Fue así que, bajo las indicaciones de su tío Humberto, Carlos Alejandro construyó un cajón perfecto que contaba en su parte superior con una horma o huella de pie de un zapato para poder calzar allí el mismo y así poder lustrarlo y sacarle brillo; a un costado del cajón, se subía una tapa que dejaba al descubierto dos compartimentos para guardar en uno la pomada, la tinta, la gamuza y los cepillos de color marrón y en el otro los mismos elementos para el color negro. Este cajón es aún conservado por los hijos de Carlos Alejandro. El matrimonio formado por Argentina y Umberto, tuvo dos hijas, la primera María Elizabet a quien llamaban Coti, y la segunda, Mercedes Beatriz a quien llamaban Potoca. Alrededor de 1962, Maria Elizabet contrajo nupcias con Rafael Lagar. Para esta ocasión armaron en la casa paterna un altar y el padre Augusto Scatolón vino a celebrar la ceremonia. Luego la pareja estableció su domicilio en la calle Romualdo Gauna a pocas cuadras del de sus padres y tuvieron cuatro hijas mujeres. Humberto Grimaldi falleció el 26/12/1964. La muerte lo encontró entretenido en su taller de carpintería. En la heredad de los Vildosola Izurco siguieron viviendo Raúl Vildosola Galdis y su hermana Argentina con su hija menor Mercedes Beatriz Grimaldi Vildosola. Raúl, al que todos apodaban “pila” menos su sobrino Carlos Alejandro quien lo llamaba cariñosamente “tío Vildo”, había sido estudiante de odontología en la facultad de Rosario. Cierto día, mientras miraba como afilaban unos cuchillos, una partícula de metal se le incrustó en el ojo haciéndole perder la vista del mismo, razón por la cual tuvo que abandonar sus estudios y volvió a la ciudad de la Banda (Santiago del Estero) en donde vivió con su hermana Argentina hasta el final de sus días. Allí instaló una agencia de lotería en la habitación que daba a la calle. Raúl tenía un temperamento muy especial, le gustaba mucho hacer bromas y daba la impresión de que nunca hablaba en serio. En cierta ocasión le confesó a su sobrino Carlos Alejandro, a quien quería muchísimo y quien lo visitaba todos los domingos, que le gustaba una joven maestra que siempre venía a comprarle un número de la lotería. Al parecer, se había enamorado de ella como un adolescente y le pedía a su sobrino que lo llevara en auto y lo hiciera pasar por la casa de dicha señorita. Probablemente algo tímido y consciente de la diferencia de edades, jamás se animó a decirle una palabra. La noticia de la enfermedad mortal de su hermana y el progreso de su glaucoma, en el único ojo por el que veía, debieron afectarlo muchísimo; sin duda pensaba que sería de su vida si moría Argentina y el quedaba ciego sin posibilidades de seguir trabajando. Exteriormente siguió siendo el mimo bromista de siempre, pero, de vez en cuando, como al descuido, dejaba escapar frases como la de “me voy a suicidar, si, si, me voy a suicidar porque no quiero ver la muerte de mi hermana”; todo ello dicho en tono de chiste como él siempre hablaba por lo que nadie tomaba en serio sus palabras. Incluso comentaba detalles de cómo iba a llevar a cabo el suicidio indicando donde iba a poner el sillón en el patio donde se sentaría, el espejo que llevaría para poner en frente y así mirarse y asegurar lo certero del tiro en su cabeza que pensaba ejecutar. El luego se reía y los sobrinos le decían riendo también que dejara de hablar tonterías. Cierto día, se presentó en Santiago y les dijo a los miembros de su familia “vayan a almorzar temprano porque a la una me voy a suicidar y van a tener que ir rápido a La Banda”, por supuesto que todos le respondían diciéndole que dejara de hablar zonceras, pero esta vez no se trató de una de sus bromas. Raúl volvió a La Banda, dejó una nota diciendo “He decretado mi suicidio y hoy lo cumplo”. Después buscó una hermosa biblia que él tenía, con los bordes de las hojas dorados, y escribió en ella una dedicatoria dirigida a la maestra de la que estaba enamorado diciéndole que le dejaba esa biblia un minuto antes de su muerte; sin dudas una forma de declararle su amor haciéndole saber que había pensado en ella hasta el último momento de su vida. Luego se disparó en la cabeza tal como lo había anunciado. No se sabe si la chica habrá interpretado su declaración de amor. Esto sucedió el 28/05/1967. Dos años después, el 09/01/1969, fallecía Argentina Vildósola Galdiz, víctima del cáncer, quedando sola, en la casona Vildosola Izurco, Mercedes Beatriz, quien se debió hacer cargo de la agencia de lotería de su tío Raúl.------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Mercedes Beatriz se casó con Leonardo Víctor Everlé en 1970 y tuvieron dos hijos santiagueños, María Julia y Alejandro. Por esa época, los herederos de la casona Vildosola Izurco decidieron vender la misma, junto con la casa contigua perteneciente a los Galdiz Landeta, por lo que Mercedes Beatriz y su familia decidieron radicarse en la ciudad de Alta Gracia en la provincia de Córdoba en 1982, lugar en donde habita hasta el día de la fecha. Allí nació su tercer hijo Pablo Fernando.------------------------------------------------------- María Sara se casó con don Benigno Fraguas el 11/05/1929, fueron a vivir al Pasaje Diego de Rojas de la ciudad de Santiago del Estero y tuvieron varios hijos; el mayor, Lino Benigno (Dedé) en el año 1931 , luego Julio César (Ñato) en el 1932, después Alberto Luis (Abicho) en el 1934, lo sigue Enrique José (Maneco) en el 1936, y por último, Sara Josefina (Sarita) Fraguas Vildósola en el 1939. Cuando Sarita cumplió los nueve años de edad, toda la familia se fue a vivir a Buenos Aires.----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Perico se casó en Buenos Aires con doña María Esther de la Cárcova, y tuvo tres hijos, el mayor, José (casado con Keti y tiene dos hijos), la siguiente, María Esther (Bebi, casada con Eduardo Zalazar), y el más pequeño, Pedro Alberto (Titin, Alberto de la Cárcova, casado con Graciela Compaño y tiene cinco hijos) Vildosola Carcova.------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Los hermanos Vildósola Isurco tuvieron tres hermanas que vinieron casadas y con hijos de España. Una de ellas. Casilda Vildosola Izurco se casó con Juan Solaun y tuvo una hija, Amparo Solaun Vildósola, que luego se casó con Pedro Zanoni y vivió un tiempo en La Banda. Allí tuvieron 6 hijos: el mayor Eduardo, abogado quien se casó y tuvo 3 hijos; la segunda fue María Amparo (Pipa) quien se casó con Caputo y tuvo 12 hijos; la seguía Ñata, no recordamos su nombre, quien fue profesora de matemáticas y se casó y vivió muchos años en Bragado, (provincia de BA); el cuarto hijo Raúl, también se casó y tuvo 4 hijos; luego sigue Teresa casada con Gianoni, que vive actualmente en la Banda y tuvo tres hijos; finalmente. el menor, no recordamos su nombre, le decían Negro y tuvo 11 hijos. Cuando Pedro Zanoni fue nombrado diputado nacional, toda la familia, menos Teresa, se mudó a Buenos Aires donde se quedaron ya a vivir. Los restos de Casilda Vildosola Izurco (fallecida el 14/10/27) y de Juan Solaun (fallecido el 26/11/38) descansan en el Panteón de los Españoles del Cementerio de La Misericordia en la ciudad de La Banda. Otra de las hermanas de los hermanos Vildósola Isurco se casó con Jimeno, tuvo dos hijas, Pepita y Rosita Jimeno Vildósola, que se casaron con dos hermanos Simoneta y vivieron en Buenos Aires. La otra hermana, Venancia Vildósola Izurco, se casó en la ciudad española de Burgos con Marcelino Iñiguez Diez y tuvieron una hija llamada Casilda que vino a la Argentina con tres años de edad. Casilda Iñiguez Vildósola, se casó primero con Severino Rodriguez, un señor que tenía un almacén de ramos generales en Anatuya, y tuvo con él dos hijas: Blanca Rodriguez Iñiguez que murió soltera, e isabel (Chabela) quien se casó con un marino entrerriano llamado Marcelo Sol y tuvo tres hijos, Marcelito, Mariana y Enrique. Casilda Iñiguez Vildósola enviudó muy joven y se fue a vivir a Buenos Aires donde se casó con Homero Manzione (Homero Manzi), y tuvo un hijo llamado Homero Luis Manzione Iñiguez Vildósola (Acho Manzi) quien fue un poeta y músico argentino dedicado al género del tango .-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
José Vildósola
José Vildósola
Josefa Vildósola Galdiz (Pepita) en su primera comunión
Josefa Vildósola Galdiz (Pepita)
Josefa Vildósola Galdiz (Pepita)

lunes, 29 de enero de 2024

ASÍ SE VIVE Y ASÍ SE MUERE

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María Marcela Roca Funes ________________________________________________ "Traigo esta historia a colación por lo hermosa que me pareció y porque Clara Funes Diaz, madre de María Marcela, la protagonista de este relato, era prima hermana de Guillermina Diaz Allende, madre de mi abuelo Enrique Argüello Diaz, quien cumplía la función de administrador en la estancia La Larga, perteneciente al General Roca, estancia en donde nació mi padre". María Adela Argüello ___________________________________________________ La señora María Marcela (así la llamaban, con sus dos nombres) era una viejita muy viejita y físicamente muy pequeña, producto también del paso de los años. Uno podía observarla y temer que un ventarrón la levantara por los aires, sin piedad. Ella vivía, solita, en un semipiso del Barrio de Recoleta, y manejaba todas sus cuestiones personales con total solvencia: Pagaba sus impuestos con puntillosidad espartana, organizaba el aseo de su departamento, iba en persona a realizar las compras. Los viernes iba a la peluquería y charlaba con todas las clientas, que la adoraban. Para Miguel, su peluquero, era como su abuela. Solo la peinaba, nunca le cortaba. María Marcela adoraba que Miguel la peinara. Todos los días, en la carnicería de Augusto, compraba un bife de lomo, que siempre debería pesar 200 gramos y no poseer una gota de grasa. Todos los días, compraba una baguette en la antigua pero legendaria boulangerie del Alvear, cuando el Alvear no era tan francés. Erik, el maestro panadero, la cocinaba exclusivamente para ella, con el tostado perfecto. Amaba las medialunas de manteca de La Jirafa Roja, un bolichito sobre Callao y Libertador, ahí en diagonal al Italpark. No resultaba extraño verla varias mañanas muuuuuyyy temprano, desayunando allí. Alfonso era su mozo de siempre y la atendía primorosamente En todo el detalle de esta rutina diaria que les acabo de relatar, no es necesario decirles también entonces que, si bien sus gastos eran exiguos, y sus gustos eran más bien humildes, nunca pero nunca la viejita tuvo que pagar nada: ni peluquero, ni bife de lomo, ni baguette, ni café con leche y medialunas. Todos le regalaban sus servicios y sus productos, solo por el hecho de que les fuera a comprar a ellos. A lo mejor de tan viejita, a lo mejor de tan simpática. No es que ella no quisiera pagarles, de hecho tenía siempre un monederito lleno de billetes. Lo sabían bien los pobres diablos que la esperaban siempre a la misa de las 7 de la tarde, en la puerta de la Iglesia del Pilar. Sin embargo, María Marcela les regalaba algo, con cariño. Todos los días iba a comprar un cuarto de masas finas a la Confitería San Agustín, sobre Las Heras esquina Tagle. Un día ese cuarto se lo regalaba a su peluquero, otro día a su carnicero, y así. Rotaba dulzura, podríamos decir. Pequeñita, coqueta, impecable, delicada, "charleta", curiosa, extrovertida, siempre informada, era como la abuela mimada de todos.... Para mediados de 1978, los lugares que solía frecuentar, comenzaron a llenarse de personajes que al poco tiempo recibirían el apodo de "nuevos ricos". Ya un poco la trataban de "la viejita loca", con tonos más despectivos que amorosos. Cuando contaba de sus viejas historias familiares, ya aparecían algunas que con su vozarrón cortaban su relato y empezaban a contar miserias propias, tales como sus últimos affaires con sus personal trainers, casi divertidas con los cuernos que les colocaban a sus poderosos esposos a veces banqueros, a veces dueños de cuevas financieras, o casi siempre jóvenes directivos de poderosas compañías que habían hecho sus fortunas al amparo de negocios no tan claros. Erik ya no pudo amasarle más su amada baguette: el Alvear cerró su boulangerie, aquella de cuando el Alvear todavía no se había afrancesado del todo. La panadería de Quintana y Callao (que todavía existe!) solo vendía pan francés que (claro) en nada se parecía.... Cuando iba a la carnicería, ya las "nuevas clientas" no le respetaban ni su turno, y mucho menos sus canas: "Abuela estoy muy apurada, compro rapidito y que luego la atiendan a Ud., sabe?". Augusto hacía lo que podía ante ese aluvión zoológico, pero munido con plata fresca. En La Jirafa Roja, Alfonso hacía lo que podía para que los trasnochados jóvenes no le ocuparan a María Marcela, su mesa. No siempre lo lograba. El 28 de Diciembre de 1980, tal vez cansada de los nuevos tiempos, avisó que iba a pasar solita su alma el fin de año, y que había elegido 1981 para juntarse al fin con su esposo e hijos en los siempre verdes campos del más allá. Solo atendió los llamados telefónicos de Augusto, Erik, Miguel y Alfonso, sus queridos (a esta altura) amigos. Que estaban sorprendidos por la noticia que había llegado a sus respectivos oídos. Ella los tranquilizó. No muchos más la llamaron. A principio de Marzo de 1981, decidió rememorar viejos tiempos e ir a tomar (muy consciente ella de sus tiempos) su último té con masas en La Biela, histórica esquina a la que hacía quince años ya no concurría, desde el mismo día que le dijeron que su mozo preferido, el de los últimos 30 años, había fallecido. Aquella a la que las nuevas cholulas y pseudo señoras "bián" habían despechado (ninguneado, bah) se hubieran quedado con sus labios botoxeados, colgando, de haber presenciado la siguiente escena: La señora María Marcela se sentó a su mesa, pidió a un mozo (que no conocía) su five o'clock tea con masas finas y, mientras esperaba su tal vez última merienda, casi todos los habitués de La Biela se pusieron de pie (unas 70, a lo mejor 80 personas) y se dirigieron a su mesa a saludarla, a brindarle sus respetos. A despedirse. Todos ellos, enormes, conocidos, prestigiosos y legendarios personajes del Tout Buenos Aires, hombres y mujeres de poder y antología, se colocaron en fila y pugnaron por recibir un beso cortés o aunque fuera un pequeño abrazo apasionado de aquella mujer, pero eso sí: todos (pero todos todos) moqueando y con sinceras lágrimas en sus ojos.... Tal vez porque las mujeres y los hombres de bien no llegan nunca tarde a sus citas, el 29 de Julio de 1981 la Señora María Marcela, mientras tomaba una plácida siesta en su mecedora, partió a caminar dulces praderas, a encontrarse y disfrutar el resto de su siguiente vida junto a su esposo y a sus amados hijos, a quienes había sobrevivido por muchos años. A lo mejor, demasiados. La Baronesa María Marcela Roca Funes, viuda del Barón Antonio Oscar De Marchi Crohare, hija de Clara Dolores Funes e hija predilecta del Presidente Julio Argentino Roca, nos abandonó con toda sencillez, bajo perfil y enorme dignidad, a sus 104 espléndidos años. Nadie la recuerda, creo que solo yo. Supongo que la seguiré cuidando en Recoleta. Para siempre. Si me da la salud, claro, uno también se pone grande. PD: Luego de recibir grandes honores y póstumos homenajes en las páginas de Clarín y La Nación, al mes de fallecer la hija de Roca, tanto Augusto como Miguel como Erik y como Alfonso recibieron (el mismo día) un regalo póstumo de "la viejita": Una camioneta F-100 cero kilómetro roja para el bueno de Augusto, un coqueto local en el barrio de Belgrano ya montado con máquinas de panadería (sobre Av. Cabildo) para el sensible Erik, una suma equis de dinero para agrandar su local de la calle Anasagasti para el amoroso de Miguel y un pequeño chalecito en Necochea para el muy atento Alfonso. Es que a todos ellos, la SEÑORA María Marcela les conocía sus sueños. (Gracias por prestarme el relato Marta Helena Pardal) Me encantó! Revela la humildad de los grandes. Qué linda sensación ver cuando una persona no ostenta para SER ALGUIEN ❣____________________________________________________________________________________________________________________ .

jueves, 14 de abril de 2022

LA CASA DE LA TÍA CHELA Y EL TÍO JUAN

PILAR - CÓRDOBA LA CASA DE LA TÍA CHELA Y EL TÍO JUAN Escrito con la colaboración de José Luis Rovaretti) Ir a Pilar era, para mí, algo así como ir al Paraíso. Ningún castigo era peor que no poder ir a Pilar... Pilar significaba el encuentro con los primos... con unos tíos amorosos que nos mimaban y nos consentían..., con el campo, con el río, con la pileta de los amigos... y con los caballos, mi gran debilidad... Pilar era otro mundo... un mundo donde se respiraba libertad...donde todos éramos compinches... donde hacíamos travesuras y nos reíamos... donde parecía que no podía existir otra cosa que la felicidad... Partiendo de la ciudad de Córdoba, por la ruta 9 camino a Bs. As, recorríamos unos 50 Km y llegábamos al puente que separa Río Segundo de Pilar. Mientras lo atravesábamos mirábamos cómo venía el río al que, sin duda vendríamos los días siguientes. La alegría nos envolvía, sabíamos que apenas mil metros más adelante, a mano izquierda, encontraríamos la calle Maipú, la que, tranquila y sombreada, deslizándose entre las fincas, nos llevaría a la que fuera la casa de los bisabuelos Coloma. Esta era una amplia y cómoda casona situada en la intersección de las calles Maipú y Tucumán, que tenía su entrada mirando a la calle Maipú. Lo primero que uno veía al llegar era la verja de hierro que cerraba un pequeño jardín con palmeras que tenía una puerta lateral que se abría a la calle Tucumán. Hacia la izquierda se encontraba la espaciosa galería en donde estaba la puerta principal que daba acceso a una sala de recibo. Luego venían tres dormitorios, el cuarto de baño, una habitación muy amplia que debió ser living comedor, con una importante estufa hogar de leña, para terminar con el comedor de diario y la cocina. Al salir de la cocina uno se encontraba en un espacio cubierto de unos cinco o seis metros cuadrados, de piso de ladrillo, que separaban de otras habitaciones: una que se usaba de despensa, en la que se guardaba la mesa especial que se utiliza para carnear chanchos cuando preparaban jamones, chorizos, salames y demás chacinados para la temporada. La habitación siguiente, que era usada como sala de planchado, tenía un sótano en el que habían numerosos recipientes especiales para preparar vinagre de frutas, unos, y otros especiales para conservar, en grasa de cerdo, algunos chacinados. En el sótano se guardaban también los orejones, pelones y ciruelas e higos pasa que se hacían con la fruta de la quinta. Todas las habitaciones tenían ventanas que daban a la calle Tucumán pero, por alguna razón, solo dos tenían rejas: la del comedor de diario y la que servía de despensa. Al lado de la sala de planchado, había un galpón en el que se hacía el fuego, en el verano, para preparar, en una gran paila de cobre, los dulces que la familia comería durante el año, entre otros: dulce, mermelada y jalea de membrillo; dulce y mermelada de ciruela, mermelada de duraznos, dulce de higos e higos en almíbar; quinotos en almíbar... Recuerdo que al dulce había que revolverlo con frecuencia para evitar que se adhiriera a la paila y se quemara. Para ello se usaba una larga pala de madera de algo más de un metro que se parecía a un remo. Esto era porque cuando el dulce empezaba a hervir a borbotones salpicaba y si no se tenía cuidado uno corría el riesgo de sufrir dolorosas quemaduras. Hacer el dulce implicaba un verdadero trabajo en equipo: los primos varones eran los encargados de cortar la fruta de los árboles, proveer de la leña necesaria para el fuego y, a medida que la fruta era pelada y pesada, ir a comprar el azúcar necesario para la cantidad de fruta a preparar. A las mujeres nos tocaba pelar la fruta, tarea que, cuando se trataba de membrillos, no nos resultaba nada simpática porque nos dejaba los dedos negros, pero con la abuelita Adela y la tía Chela capitaneando el trabajo no nos quedaba ninguna opción... Las personas mayores: por lo general la abuelita Adela, la tía Chela y la tía Chilo, se encargaban de hacer el dulce y se turnaban para removerlo. Cuando estaba a punto se dejaba enfriar y se envasaba. Una vez que la paila estaba vacía y limpia se seguía con el próximo dulce, y toda la ceremonia se repetía...Era una tarea que llevaba varios días... El costo del azúcar, que era el único gasto, pues todo lo demás se sacaba de la quinta, se compartía entre las que hacían el dulce, el que, después de envasado, era repartido en forma proporcional. Frente a la despensa, la sala de planchado y el galpón donde se preparaba el dulce estaba el molino, debajo del cual había una bomba de donde sacábamos el agua más fresca y rica que uno pueda imaginar. Unos metros hacia el norte del molino se encontraba una construcción de forma cuadrangular: el lavadero, que contaba en su interior con dos inmensas piletas para lavar la ropa, con sus correspondientes tablas para refregar hechas de material. Toda la parte superior de este edificio era un gran tanque de agua, que se llenaba con el molino y abastecía a toda la casa. A pocos metros de la puerta del lavadero, un frondoso y añejo eucaliptus regalaba su sombra a esa parte del patio. A una de sus ramas bajas había sido fijada la soga en la que se colgaba la ropa, soga que quedaba justo frente al portón que daba a la calle. Cierta vez un grupo de gitanos instaló su carpa en las cercanías y, días después saltaron el portón y se llevaron toda la ropa que había quedado colgada. Nunca había pasado antes que alguien entrara a robar. Al lado del galpón en donde se hacía el dulce, estaba el mencionado portón que daba a la calle Tucumán y, luego un galpón grande al frente del cual estaba la huerta y un poquito más al norte la casa que ocupaban la familia que colaboraba con la limpieza de la casa y el cuidado de la huerta, de la quinta de las gallinas, de los conejos y de los cerdos cuando había. Lo que yo recuerdo del galpón grande es que allí se trenzaban los ajos en ristras. La propiedad ocupaba una hectárea en la que, casi llegando a su extremo suroeste, se encontraban unos inmensos nogales que surtían de nueces a toda la familia. Había, además innumerables higueras, ciruelas de muchas clases, membrillos, distintos tipos de peras, duraznos, quinotos, uvas chinche y granadas... En una esquina de la quinta había incluso varias plantas de tunas. Al morir sus padres, este maravilloso vergel fue heredado por sus hijos Francisco y Joaquina, quienes dividieron en dos la casona quedando el salón de recibo, dos dormitorios y el cuarto de baño, para Francisco, quien hizo construir una cocina y dejó su entrada por calle Maipú. Para Joaquina (la mamá Ñata) quedó un dormitorio, el inmenso living comedor, el comedor de diario, la cocina y demás dependencias. Ella tuvo que hacer construir un cuarto de baño. A esta parte de la casa se accedía por la calle Tucumán. Hacia el norte, a lo largo de casi toda la casa había un entramado en el que se había enredado una glicina formando una preciosa galería. Siempre hacia el norte, después de la galería de glicinas seguía un hermoso jardín compartido en el que se destacaban una magnolia, con sus bellas y perfumadas flores y una palmera alrededor de cuyo tronco se había abrazado un jazmín que florecía en verano pintando de blanco todo el tronco de la palmera e inundando con su exquisito perfume toda la casa. Siendo muy joven Joaquina se había casado con Juan Vicente Rovaretti, hijo de Don Bernardo Rovaretti, un próspero comerciante dueño del almacén de ramos generales de Pilar, lugar en donde se podía comprar desde tornillos hasta comestibles pasando por monturas, semillas y útiles de labranza. Con el tiempo Don Bernardo vendió su negocio y se fue a vivir a Córdoba. Joaquina y Juan Vicente compraron un predio sobre la ruta 9 a dos cuadras de la casa de los padres de ella y a tres cuadras del domicilio de los padres de él en donde hicieron su casa y pusieron un vivero. Tuvieron tres hijos: Juan Francisco, María Inés y Ema Irene. María Inés se casó con Oscar Kay Fritz Grumstrup, descendiente de familia danesa, que conservaba las tradiciones familiares, recuerdo que en las Navidades él tomaba de la mano a los niños, los hacía hacer una ronda y empezaba a cantar los villancicos, para mí eso fue muy emocionante. Él y María Inés, , a la que todos conocíamos por Chilo, compraron una finca a una cuadra de la casa de sus padres. Juan Francisco se casó con María Guillermina Argüello y fueron a vivir a la parte de la casa heredada de los abuelos Coloma y Ema Irene, la más pequeña, quedó a vivir con sus padres. Juan Francisco y María Guillermina fueron: la tía Chela y el Tío Juan en cuya casa pasamos los mejores momentos de nuestra juventud y adolescencia. Momentos a los que, al menos yo, recurro con frecuencia para volver a ser feliz como lo fuimos cuando la vida no tenía problemas y era, para nosotros, todo paz y felicidad. Recuerdo la alegría que sentía cada vez que me bajaba de un ómnibus de la línea Malvinas Argentinas en el kiosco de la Piky y caminaba las dos cuadras que me separaban de la casa de la tía Chela!... Unas cuadras de calle de tierra flanqueada por enormes pinos y plátanos, también solía haber matas de flores silvestres que cortábamos para hacer collares... Inundaba el ambiente un perfume particular que me es inolvidable y me trae sin fin de recuerdos y anécdotas que, tal vez, un día me decida a relatar si mis ojos aún me lo permiten... Conservo un recuerdo muy especial de mi tío Juan, un hombre muy fino, un poeta de exquisita sensibilidad y elegante pluma quien, con motivo de cumplir yo mi primer año de vida, escribió para mí una bellísima poesía titulada "Adelita" que llegó a casa de mis padres en un pequeño sobre acompañado de un clavel blanco. Firmaban la poesía: "Chelita y yo". Mi madre tuvo la gentileza de guardarlo para mi, incluyendo el clavel, el que ya seco guardó dentro del mismo sobre. Cuando fui mayor ella me lo entrego y hoy, después de 77 años, aún lo conservo. Recuerdo también que fue en Pilar donde recibí mis primeros versos de amor, me parece que fue ayer: mientras andábamos a caballo con un chico que gustaba de mí, a mis 18 años, él me dijo: "Te extrañé y escribí esto para vos" y me entregó un pequeño papel doblado en cuatro. Cuando lo abrí pude leer: "Si no supe, quizás, al tenerte valorar completa tu presencia lo he sabido recién al ya no verte en la triste soledad de tu ausencia." Fue muy romántico...

miércoles, 28 de julio de 2021

EXPERIENCIAS

Soy María Adela Argüello. Por la gracia de Dios me ha sido permitido tener algunas experiencias muy particulares que siento que debo relatar en honor a una verdad que la gente de hoy no quiere oir y se empeña en calificar como inventos o fantasías.

Doy mi palabra de que no habrá ni la más mínima exageración en mi relato.

Sólo voy a relatar algunas de estas experiencias, las que más me conmovieron:

_Si bien no fue la primera, esta fue para mí la mas importante porque estuvo en juego la vida de mi hija.

Todo comenzó alrededor de 1984, mi hija empezaba su carrera de abogacía cuando una persona le regaló un precioso anillo de plata diciéndole que lo usara sobre todo para sus exámenes, porque ese era el anillo que a ella le había traído suerte en sus exámenes.

Mi hija se puso muy contenta, le había encaantado el anillo que, por cierto, era muy original y elegante.

Poco tiempo después comenzaron los problemas: empezó a tener vómitos incoercibles cuando estaba en la facultad. Cierta vez, estando por rendir una materia, se volvió a casa antes de que la llamaran porque no podía dejar de vomitar, nos dijo. Mi marido que no le creyó le inyectó un reliverán y la obligó a volver a presentarse para el examen.

Apesar del reliverán no le fue posible presentarse porque las arcadas eran tan fuertes que la obligaban a arquearse hacia adelante mientras emitía extraños y fuertes sonidos, no podía salir del baño de la facultad por lo cual optó por volver a casa y soportar el fuerte reto de su padre que la acusaba de fingir para no rendir. 

Por esa época debió mi marido viajar a Bs As para asistir a un congreso de su especialidad. En su ausencia mi hija empeoró notablemente: ya no podía comer ni siquiera tomar agua sin que los vómitos la torturaran, y los extraños ruidos que salían de su garganta hicieron asustar tanto a la empleada doméstica que vino a decirme:"Señora, se le muere la niña"....

Ya la había llevado a todos los médicos que conocía y a los que me habían aconsejado y ninguno me había sabido decir la causa de su mal ni darme algún remedio para aliviarla.

Los últimos días los había pasado en cama por su debilidad a lo que se sumaba la tortura de no poder dormir por el terror que le causaban sus pesadillas en las que veía enormes bolas negras que selanzaban sobre ella para atacarla.Pasaba las noches con la luz prendida y día y noche aferrada a su rosario, tratando de permanecer en continua oración... 

Recuerdo que llegó una mañana en que ella, al despertar, me dijo:"Mamá, llamá a un sacerdote porque me muero". Había adelgazado muchísimo, apenas pesaba 42 Kg.

 Me dirigí rápidamente a la parroquia San Francisco a buscar a un sacerdote amigo - Fray Luis Taborda -  quien vino conmigo, estuvo hablando con ella y después  de confesarla y darle la comunión y la unción de los enfermos me dijo:"Llamen al P. Pierre"... - Este era un sacedote exorcista -

Ella recuerda que después de recibir la unción de los enfermos se sintió aliviada y pudo comer unos bocados de arroz con salchichas sin vomitarlos...

Yo no conocía al P.Pierre, me dijeron que vivía en La Banda y me dieron una dirección.

 Toqué el timbre. Nadie me atendía, pero se escuchaba el ruido de la cortadora de césped en el interior por lo que insistí hasta que apareció en la puerta un hombre rubio y muy alto con cara de pocos amigos. Le pregunté por el padre Pierre y me dijo que ya no vivía allí sino en Sgo. del Estero y me dio su dirección - Era el P. José Fridrik con el que después nos hicimos amigos. - 

Una vez en la dirección indicada, me encontré con la puerta abierta y, en su interior, como una sala de espera enque bastantes personas parecían esperar mientras una señora de aspecto humilde los hacía rezar.

Cuando esta señora se me aproximó le dije que necesitaba hablar con el sacerdote y le di mi nombre. Me indicó que esperara y, tiempo después me hicieron entrar a lo que sería el escritorio.  Allí estaba, de pie, un sacerdote muy alto y moreno, muy serio y de mirada penetrante, lo saludé extendiéndole la mano  pero él sin corresponder al saludo, simplemente me preguntó qué necesitaba. Le conté la situación diciéndole que nuestro amigo sacerdote nos habí enviado a él. Sin hacer ningún tipo de comentario me dio una fecha, una dirección y una hora. y sin más me retiré.

Por suerte la dirección era a dos cuadras de mi casa en una dependencia de la U.C.S.E. de la que me enteré que el P.pierre era rector por esa época.

A esa dirección comenzó a ir mi hija cada vez que el sacerdote la llamaba. Le pregunté: "Qué te dice, qué hace cuando estás allí?" mi hija contestó: "No se, creo que nada, yo me siento y él reza en francés" "Me ha dado también unos salmos que debo rezar a la mañana, al mediodía, a la tarde y a la noche, recomendándome que por ninguna razón los deje de rezar".

Tiempo después mi hija se había curado de los vómitos, seguía rezando los salmos y podía asistir a la universidad sin problemas pero, al  parecer,  algo más había, no todo había terminado,  porque  el Padre Pierre la seguía llamando de vez en cuando.

  El no había dicho nada del anillo pero como todo había comenzado después de recibir ese anillo, yo lo llevé al templo y lo puse a los pies de la Virgen...

Al otro día sentí curiosidad y fui a ver qué había sucedido con el anillo, pero ya no lo encontré...

 Cuando algún tiempo después comenté esto con el P. José Fridrik, yo esperaba que se riera de miexagerada aprensión hacia el anillo, pero no fue así, tácitamente aceptó la posibilidad de que hubiera sido la causa del mal porque me dijo que había hecho mal, que debpi haber roto el anillo porque si había habido algo malo en él la persona que se lo había llevado se había llevado también el maleficio...

Por ese entonces hacían ya varios años que la Renovación carismática había surgido con mucha fuerza en esta ciudad. Una de mis amigas había intentado varias vecesque yo también me uniera  a ella. Yo me había resistido  al principio, hasta que llegó a mis manos el libro "Jesus está vivo" del P. Tardif. Ese libro cambió mi vida y me llevó a mirar a la renovación carismática con otros ojos y fue así que, de la mano de mi amiga empecé a formar parte de un grupo de oración.

Mi amiga había tenido experiencia en liberación de personas poseídas por malos espíritus, pero yo era absolutamente ignorante en esos temaspor aquel entonces -hago esta aclaración para que se pueda entender lo que sigue.

Mi hija estaba empezando a festejar con el hijo de otra de mis amigas, las dos estábamos muy contentas hasta que el muchacho empezó a mostrar un comportamiento extraño: había una mujer que parecía dominarlo. Ella se acercó una vez a mi hija y le dijo que no se acercara al muchacho porque le pertenecía a ella y, aunque estuviera enamorado de mi hija, él no podría nunca dejarla a ella .

 Mi hija le había contado esto al P. Pierre y este le había dicho que  efectivamente debpia alejarse porque esa mujer la podía matar. 

Yo comenté esta situación con mi amiga de la renovación carismática y ella me dijo que yo podía orar para que el muchacho se liberara: a la noche, cuando calculara que él estuviera dormido, yo debía ordenar en el Nombre de Jesus al espíritu que estaba en el muchacho que saliera de él y lo dejara libre.

Inocentemente, sin sospechhar que pudiese haber algún peligro, decidí hacer la prueba - que, por cierto no volveré a repetir jamás - era una posibilidad y había que intentarlo, pensaba...

Esa noche, como a las tres de la mañana, sentada en mi cama, en mi cuarto que lucía iluminado por las luces de la placita que penetraban a través de la ventana, comencé mi oración y le di la orden de salir al espiritu. Lo hice como pude por cuanto nadie me había enseññado a hacer este tipo de oraciones...

Ni bien lo hube hecho, la luz que reinaba en mi cuarto desapareció. Me vi rodeada por la tiniebla mas absoluta y sentía que en medio de esa tiniebla había una lucha... Yo no decía nada pero escuchaba que, en medio de esa lucha,  mi voz gritaba dentro de mí : "Cristo crucificado ayúdame!!"...

 Yo jamás había invocado a Cristo crucificado ni había tenido nunca un crucifijo... sin embargo, aunque no era yo,  era mi voz la que gritaba dentro de mí, era como si alguien usara mi voz para pedir auxilio por mí...

A las súplicas de mi voz vi que a mi izquierda bajaba de lo alto un pequeño ser que parecía un soldado romano de cabellos rubios y armadura de un color verde como  esmeralda. Tenía un brazo en alto en actitud de portar una lanza pero yo no podía ver el arma. (San Miguel Arcángel - dijo el P. José Fridrik cuando le conté)

Al llegar junto a mí, hizo ademán de clavar su arma en la tiniebla...

En ese momento yo empecé a sentir incontenibles deseos de pujar, como si fuera a dar a luz y de mi interior visalir tres bolas negras como balas de cañón. Apenas salieron de mí, volvió la luz y las vi  dirigirse a la puerta del balcón y salir al exterior...

Yo me quedé con la misma sensación que hubiera tenido si me acabara de salvar de que me pisara un tren...

La orden dada en el Nombre de Jesús había sido efectiva: los espíritus que estaban en el muchacho lo abandonaron y vinieron contra mi que no tenía idea de cómo defenderme...

Creo que el Señor  tuvo piedad de mi ignorancia, de mi debilidad y de mi buena intención y envió a sus ángeles en mi ayuda... Bendito sea el Señor!!!

Afortunadamente, , al poco tiempo el muchacho fue trasladado a una  provincia lejana con lo que ya no supimos nada mas de esa mujer, mi hija recobró su tranquilidad y pudo terminar exitosamente su carrera. El Señor no hace nada a medias - diría el Padre Tardif. -

A la acertada apreciación y consejo de Fray Luis Taborda, a la oración del P. Pierre y, por sobre todo al Señor que asistió con Su Espíritu a estos abnegados sacerdotes, debo la vida de mi hija. Bendito sea el Señor!!

 

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OTRAS EXPERIENCIAS


 _ Durante la visita que Juan Pablo II hicira a la Argentina, en 1982, se nos había pedido hacer cadenas de oración para que no hubiese ningún accidente ni atentado contra su vida.

Yo debía encargarme de rezar de las dos a las tres de la mañana.

Cuando sonó mi despertador, bajé a la cocina para orar sin que la luz molestase a los que dormían.

comencé mi Rosario y empecé a sentir miedo, como si alguien mas  estuviera conmigo. Yo me repetía a mí misma que era sólo mi imaginación y, tratando de no darle importancia continuaba rezando

Así, haciéndole frente a lo que me parecía un miedo absurdo, terminé mi tiempo de oración y subí a acostarme junto a mi esposo.

[La habitación no estaba oscura porque las luces de la placita iluminaban la planta alta a través de las persianas abiertas.

No bien me había acostado, vi que algo así commo una nube de humo entraba por la puerta y se ubicaba cubriéndome. Entonces sentí que dos poderosas manos me apretaban el cuello y me estaban ahogando.  Muy asustada sólo atinaba a repetir: Jesús...María...Jesús...María... Las manos aflojaron su presión...

Cuando creía que ya todo había pasado me volvieron a apretar hasta casi ahogarme...Jesús...María... 

Y luego una tercera vez... Jesús...María...

Por fin la nube de humo se alejó saliendo por la puerta por la que había entrado...

Años más tarde, conversando con el Padre Pierre le conté el episodio y él, abriendo grandes los ojos en una expresión muy típica de élcuando algo le llamaba la atención,   me dijo que él había tenido una experiencia similar...

 

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  _ Una noche - no puedo precisar la fecha - me levanté para dirigirme al cuarto de baño. Por alguna razón, en lugar de seguir  hacia adelante, doblé a la derecha y me dirigía la escalera.

Una vez al borde de la misma, me sentí impulsada por el aire de manera tal que no podía sino dar con la cara contra la pared del frente.

Al dar contra la pared me di cuenta de que  mi cuerpo había inexplicablemennte girado en el aire y fue mi espalda la que golpeó contra la pared.

Después, en lugar de caer con violencia hasta el piso, por alguna también inexplicable razón, descendí suavemente hasta quedar delicadamente sentada en el descanso de la escalera, seis escalones más abajo...

Alguien quiso lastimarme y alguien, sin duda mi Ángel Custodio, me protegió...

Puede alguien dudar de que los  seres espirituales existen y conviven con nosotros?...

 

 



 

miércoles, 9 de junio de 2021

LA RAMONITA

Corría el año 1967, mi familia y yo, venidos de Córdoba, aún vivíamos en la casa de mis suegros que habían tenido la gentileza de acogernos hasta tanto pudiésemos encontrar una vivienda adecuada para poder mudarnos.

María Alejandra, nuestra hija mayor, contaba por ese entonces con dos años, era una niña bastante tranquila, pero el segundo, Carlos Enrique, con sus vigorosos ocho meses, ya no quería estar quieto... 

Cierto día mi suegra me dijo : "Hija, necesitas una niñerita para que te ayude con los pequeños"... Fue así que Nélida, su cocinera,  nos vino trayendo a su hermanita de 11 años.

 Se llamaba Ramona Noemí Álvarez.

 Delgadita, blanca, pecosa, de bonitas facciones y hermoso y abundante cabello ondulado, la Ramonita se transformó en parte indispensable de la familia.

Durante los ocho años que vivió con nosotros ella no se separó ni por un instante de nuestros hijos: iba con ellos a todas las fiestitas a las que los invitaban y nos acompañó siempre en todas las salidas y viajes que hicimos con los niños. Fue así que recorrimos juntos desde Tucumán a Neuquén, pasando por Catamarca, Córdoba, Río Cuarto y La Pampa. Aparece  también  en las fotos que nos sacamos cuando fuimos a visitar las obras de construción  del Dique El Chocón. 

Muy simpática, sociable y desenvuelta, era famosa y querida por todos en el barrio y entre los visitadores médicos que la llamaban :"la chica del doctor".

Antes de que naciera nuestro último hijo, Federico José, se casó y fue a vivir con su marido con quien tuvo varios hijos, pero siempre se mantuvo en contacto con nosotros al punto que nuestra familia apadrinó a todos sus niños a excepción de la última.

Fue en 1987, cuando ya hacían 13 años que  no estaba con nosotros que, a poco de nacer su  última niña, la Ramonita enfermó.  Tenía fiebre por lo que la llevaron al hospital neumonológico pensando que sería de sus pulmones. Allí debieron hacerle los estudios y, en vista de que su problema no era pulmonar, algunos días después la derivaron al Hospital Regional.

 Allí la operaron para sacarle un ovario, al parecer muy infectado. Al operarle descubrieron que la infección era generalizada y, pensando en que era imposible salvarla, sólo le hicieron unos puntos para cerrar la herida y la dejaron en la certeza de que no tardaría en morir.

Cuando me avisaron fui a hablar con el médico quien me dijo que no albergara ni la más mínima esperanza porque era absolutamente imposible que se salvara. Que tenía una sepsis generalizada que había tomado todos sus órganos y se estaba muriendo.

Cuando salí del consultorio mi mente estaba como en blanco. Me encontré allí con el marido y el hijo mayor y recuerdo que les pregunté: "saben rezar?", me contestaron que no. Les dije:  Digan así "Dios, salvala a la Ramona" pero díganlo!!.

Por esa época yo asistía a un grupo de oración que se reunía en la casa parroquial de la Iglesia Catedral, pedí a mis compañeras que oraran por la Ramonita, También mi hija Alejandra pidió oración en su grupo y otra chica llevó el pedido a otro grupo de oración.

Para Dios no hay imposibles!! 

Contra todos los pronósticos de la ciencia, la Ramonita se recuperó y aunque tuvo que ponerse después una malla para contener la eventración causada porque no le habían suturado bien la herida, quedó, por lo demás, perfectamente y hoy ya es abuela...

GLORIA AL SEÑOR!!  

Recuerdo que, una vez recuperada, ella un día me contó: "Señora,  durante mi operación yo, desde el aire veía que allá abajo me estaban operando. Después vi un hermoso jardín en donde estaba mi papá y otra gente de mi familia. Yo quise entrar en el jardín pero mi papá se puso en la entrada y no me dejó. Yo no podía hablar, pero con la mirada le preguntaba Por qué?... Por qué no puedo entrar? ... Él no decía nada, pero poniendo sus manos en mis hombros me empujaba hacia abajo... Hasta que, al fin, me desperté en mi cuerpo..."

(La Ramonita había querido  mucho a su papá que había fallecido cuando ella contaba doce o trece años)

Nos quedamos mirándonos sin decir palabra ante lo que no podíamos explicar con certeza... 

 "Que suerte, Ramonita, - atiné a decirle luego - qué hubiera sido de tu bebé si te quedabas en el jardín?"... y nos echamos a reir...


 

miércoles, 19 de mayo de 2021

LOS SORIA

 

 

En la segunda mitad del siglo XlX  Daniel Soria contrajo nupcias con Dolores Lescano.

De este enlace nacieron: Dalmira, Héctor Daniel, Custodio Moisés y Dalmiro Soria Lescano.

A la muerte de su esposo, Dolores Lescano (Aboya) fue a vivir con su hijo Héctor Daniel y su numerosa  familia.

DALMIRA SORIA LESCANO:

Permaneció soltera y vivió siempre junto con su hermano Héctor y su esposa Segunda Paz,  ayudándolos a criar su prolífica familia.

HÉCTOR DANIEL SORIA LESCANO (1873 - 1924),  fue un prospero y respetado agricultor, dueño de una importante finca cercana a Estación La Banda, pequeño pueblo  distante 8 Km de la capital de Sgo del Estero a la que proveía de vegetales.

Cuando el pueblo comenzó a organizarse, Dn Héctor Soria fue elegido Presidente de la Primera Junta Vecinal.

Alrededor de 1911 o 1912 se hizo un censo de población que dio como resultado que, el 16 de septiembre de 1912 La Banda fuera declarada ciudad.

 Se eligió entonces  una Junta Municipal, integrada por Dn Héctor Soria, Dn Julio Wiaggio y Dn Eugenio Urrere ,la que, desempeñando sus funciones entre 1913 y 1914,  debía organizar todo para convocar las elecciones de las que saldría nombrado el primer Intendente.

El elegido fue  Dn  Héctor Soria, quien se había casado alrededor de 1895, con Segunda Paz Campos, unión de la que nacieron 16 hijos, algunos de  los cuales fallecieron de pequeños por causa de la gripe y de las enfermedades propias de la infancia. Los que quedaron fueron:

 -  Raúl Arturo Soria Paz (12/02/1897 -12/10/1983) el primogénito, que había hecho su carrera de abogado en tres años. Pidió dinero a su padre para poder doctorarse. La universidad no era gratuita en esa época y ante su negativa volvió a La Banda donde tuvo la suerte de que lo nombraran Juez, con un sueldo muy elevado. Esto le permitió, ante la temprana muerte del padre, poder hacerse cargo de su madre y sus hermanos.

En 1928 se casó con Josefa Vildósola de Galdiz (06/02/1898 - 27/10/1984) y  fueron padres de :

Raúl Héctor José (Chinchín, Buck Jones) - Carlos Alejandro (Bocha, Cachito, chueco, Lagorio, Chúa, Humalo) - Rodolfo Ernesto (Rofi, Cochon).-

Su carrera profesional fue  brillante e intachable, llegando a ser pPresidente de Superior Tribunal de Justicia de Sgo. del Estero.

 -  María Esther Soria Paz, soltera. Se crió con unos tíos en Tucumán.

 - Héctor Soria Paz , prestigioso médico tisiólogo establecido en La Calera (Cba)  casado con Amalia, padres de Negra, Tati, Peti y Kelly.

  -  Carlos Soria Paz , casado con Selva, vivieron en La Banda, sus hijos fueron: Carlitos, Gringa y Boro. - 

 - Atilio Soria Paz, casado con Nélida, tenían una propiedad en Sta. Catalina (Sgo del Estero) donde los Soria solían reunirse los 1 de mayo. Fueron sus hijos: Graciela, Coké y Tuki.

 - Dalmiro Soria Paz, soltero, atendía la finca del padre en La Banda.

 - Jovita Soria Paz, casada con Krumm, tuvieron una sola hija: Ingrid Guillermina (Mini, Aylin).

 - Sara Soria Paz  , casada con el arquitecto Conrado Sabasta. Hijos: Billy, Fernando y Sarita Mercedes. 

  Mercedes Paz, casada con Peña, próspero comerciante de La Banda. y Sus hijos fueron: Mali, Tito y Ruli.


CUSTODIO MOISÉS SORIA LESCANO

Se radicó en La Rioja. Contrajo enlace con Gregoria Bravo. Tuvo tres hijos:

 - Custodio Soria Bravo, Que fuera profesor de la U.N.T. y novio fe la tía Nena.

 - Ramón Soria Bravo, padre de Jorge (Coco) Soria, ingeniero, Ministro de Obras Públicas de Sgo del Estero, que se casara con Graciela Soria y fuera padre de Gracielita, Lilí y Jorgito

. - María Dolores Nicolasa Soria Bravo, música y compositora.

DALMIRO SORIA LESCANO

Contrajo nupcias con Jacoba Chavez una señorita de la sociedad tucumana, radicándose en esa provincia. 

Como no tuvieron hijos, cuando la tía Nena enfermó de viruela y estuvo muy delicada, se ofrecieron a cuidarla y darle todas las atenciones que no podría recibir en una familia tan numerosa. La llevaron a Tucumán y se encariñaron tanto con ella que no la dejaron volver a su casa. Fue así como la tía Nena, atendida y mimada como una princesa, no se pudo criar junto a sus hermanos y padres, lo que le dejó un cierto resentimiento que no podía manifestar por el agradecimiento que sentía que les debía a esos tíos que le habían salvado la vida y tanto la habían mimado

.De pequeña debió manifestar, en algún momento, su deseo de permanecer con sus hermanos cuando la traían a visitarlos en los veranos, porque me cuentan que Atilio, el hermano con el que mas se daba según ella, cierta vez le mandó una carta en donde le decía que él la iba a ir a buscar montado en una tortuguita... ( algo así como un príncipe va a rescatar a una princesa...)



LOS PAZ

Fue también en la segunda mitad del siglo XlX, cuando se encontraron Manuel Paz y Mercedes Campos y decidieron unirse para formar una familia. Ellos tuvieron solamente una hija Segunda Paz Campos (1876 - 1952).

No había la niña cumplido los 10 años cuando Mercedes falleció dejándola huérfana de madre.

Tiempo después, Manuel contrajo nuevas nupcias.  Esta señora demostró ser muy mala con la niña, por lo que su padre decidió enviarla a Paraná  a un internado de señoritas donde, a los 16 años, recibió el título de maestra de manos de Francisca Jacques. Título que está firmado por Amadeo Jacques y que la familia aún conserva.

Al volver a Sgo. del Estero la nombraron maestra de una escuela de La Banda, un pequeño pueblo por ese entonces, distante unos 8Km de la ciudad capital.

Allí, en una humilde aula de lo que después sería el colegio Amadeo Jacques, comenzó su larga carrera como educadora. Con los años pudo asistir a las Bodas de oro de ese colegio que, prácticamente, había nacido con su llegada. 

En esa oportunidad dictó una emocionante clase simbólica  a la que asistieron los que durante tantos años habían sido sus alumnos.

Llegada a La Banda,  muy poco tiempo tardó la Joven maestra en ganarse las simpatías y el cariño de los alumnos y de sus padres. También la de un apuesto y joven agricultor, Héctor Daniel Soria Lescano quien, por 1895 la hizo su esposa.

Durante el tiempo que estuvo en el internado, su padre, que vivía con su nueva esposa en la propiedad familiar  situada  en la esquina de Perú y Pellegrini de la ciudad de Sgo del Estero, había tenido con ella cuatro hijos, sus medio hermanos: Oscar - que fuera Ministro de Salud P+ublica de Sgo del Estero por los años 60 -, Manuel, Arturo y Aurelia Paz. 

A la muerte de su padre, su madrastra hizo la sucesión sin incluirla a ella, privándola de la parte que le correspondía de la propiedad de su padre, que era importante.

Su esposo le dijo que no hiciera ningún reclamo, que a ella nunca le faltaría nada mientras él viviera...  y así fue, en efecto, nada le faltó a la familia mientras él vivió...

Eñ Señor llamó a su morada a Dn Héctor Soria cuando contaba poco más de cincuenta años, pero no dejó desamparada a la familia. Por ese entonces Raúl, el primogénito, luego de haber  concluído brillantemente su carrera de abogado en Bs As, había vuelto a La Banda donde había sido nombrado Juez, con un importante sueldo. Esto le permitió, a este hijo ejemplar, que llegaría a ser Presidente del Superior Tribunal de Justicia de Sgo del Estero,  ayudar a su madre a criar y hacer estudiar a sus numerosos hermanos.